Rosas y espinas

El postparto de Ana Obregón

El postparto de Ana Obregón
Ana García Obregón posando en el photocall durante la presentación de la programación de navideña de RTVE: ‘La Navidad que quieres’, a 14 de diciembre de 2021, en Madrid (España). José Oliva / Europa Press (Foto de ARCHIVO) 14/12/2021

Cuando yo era más joven e indocumentado, empezó esta fiebre de los periódicos por sacar como noticia cosas que hacían o deshacían con su vida privada concursantes y presentadores de pachangas televisivas. Yo era entonces puro e inocente, y afeaba a mis jefes que dieran hueco informativo a asuntos que no son información ni nada, que son simples desarreglos gonádicos o vaginales de gente intrascendente en lo ético, en lo intelectual y en lo estético. Son un poco guapos, algunos. Pero no son en absoluto elegantes, salvo que consideres elegancia el vestirse todos como manda Armani, y no como te quieres ver tú. Hay una gran diferencia entre la gente que cobra por vestirse de lo que le mandan y los que nos desnudamos gratis. Diferencia que no voy a explicar mucho aquí, porque es privada y tiene connotaciones políticas que no vienen al caso, no vayamos a dividir a la sociedad.

Aquellos personajes estrambóticos, en plan Belén Esteban o Federico Jiménez Losantos, nacidos de la querencia de la audiencia por el ruido, se hicieron muy poderosos. Como telepredicadores. En sus distintos ámbitos, hoy ningún intelectual español, ningún científico, ningún creador, ningún filósofo, ningún músico, puede competir con ellos en influencia social, política, ideológica, ética, musicológica ni culinaria.

Si mañana Pablo Motos llevara a Beethoven a su programa y le reprochara que el inicio de la novena le altera, si la pone como melodía en el despertador, nadie prestaría atención a la respuesta de Beethoven. Y dejarían de escuchar la novena. Y, pues hay corriente de pensamiento popular, los periódicos daríamos pábulo a los haters de la novena, y al final nos cargaríamos a Beethoven.

Los monstruos ideológicos de la televisión los hemos creado los periodistas que nos llamamos serios, dándole espacio en nuestros medios a esta fábrica de frikadas. Pero también el público. Desde la aparición de los medios digitales, los periodistas sabemos qué es lo que más frecuentáis nuestros cabroncetes lectores. Y os puedo jurar que un piercing en un pezón de Rosalía recibe más pinchazos que si mañana Zelenski le declara la guerra a Alemania. Hubo periódicos que dejaron de publicar listas de lo más leído por pura vergüenza.

A Ana Obregón, a Bertín Osborne, a Mario Vaquerizo, y a todos estos grandes influencers jóvenes y viejos de la tele y de las redes, los hemos creado entre periodistas vagos y público facilón. Ellos no estaban ahí. No eran nada ni eran nadie, ni merecían serlo. Sin embargo, hoy su opinión vale más que la del presidente del Gobierno, si nos atenemos a las audiencias.

La filósofa televisiva Ana Obregón, 68 años, acaba de comprarse un bebé en un país remoto y se ha convertido en noticia nacional. Los malpensados malpensamos que nuestra Obregón, tan del PP, ha cobrado una pasta por su maternal exclusiva al Hola. Qué guapiña estaba en silla de ruedas portando al bebé, tras salir de un parto subrogado que, a su edad, podría haber puesto en peligro su vida. Lo que no entiendo es que la llevaran en silla de ruedas, y no en el Falcon de Pedro Sánchez. Cuánto tiene que haber sufrido esta mujer soltando el líquido amniótico y la pasta.

En todo caso, esa pasta la habrá recuperado a través del Hola, que no creo que haya recibido gratis la ansiada exclusiva. Y resulta que tenemos una ley orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, cuyo artículo 33 prohíbe la "promoción comercial de la gestación por sustitución".

En plena pandemia, Miguel Bosé se convirtió en nuestro antivacunas bandido. Salió en las televisiones soltando sus bolsonaradas y absurdos, insultando la razón científica, y hoy está contratado por la televisión pública española. Dependiente de un gobierno social comunista. Manda huevos.

Con lo de Ana Obregón, la compra y venta de nonatos se ha convertido, como la política, en un negocio televisivo. Miguel Bosé va a tardar tres días en encargar un bebé marciano. El negocio está asegurado. Y lo contaremos, a nuestro pesar, en este periódico. Igual nuestra televisión pública española, en un descuido, le pone un programa a Ana Obregón sobre maternidad póstuma, en plan los terrores de Chicho Ibáñez Serrador, pero en reality.

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