Trabajar cansa

Los sindicatos hincan codos en verano

"Es difícil de justificar que se espere todo el verano para dar una respuesta tan importante. La huelga debería ser inmediata." -Suso Seixo, Secretario General de la Confederación Intersindical Galega-

 

Hagan lo que hagan, los sindicatos reciben palos a izquierda y derecha. Antes, por no convocar huelga. Hoy, por convocarla a tres meses vista. Y si la hicieran este mismo mes, se les acusaría de improvisación. Lo cierto es que una gran huelga no se monta en dos semanas. Los anteriores paros se lanzaron con una antelación de un mes (en 1988 y 2002), y de dos meses (en 1994, con unas navidades por medio).

Es verdad que las huelgas las convocan los sindicatos y las hacemos los trabajadores. Pero, como demuestra la de funcionarios, no basta con mandar correos electrónicos y pegar unos pocos carteles, sino que hay que ir a las empresas y calentar el ambiente, más en un momento como éste, cuando a la desmovilización se suman el miedo, la desconfianza y la fuerte campaña mediática antisindical. Y a las alturas que estamos, sólo daba tiempo para hacerla en pleno veraneo. Estaría bien para aprovechar las imágenes estivales de calles desiertas, pero no colaría.

Los sindicatos no han hecho los deberes en todo el curso, manteniendo un nivel de movilización social de mínimos que ahora cuesta levantar. Como malos estudiantes que han pinchado en junio (suspendieron el parcial del 8-J), prefieren jugarse el curso en septiembre. Pero cuidado, que quienes hemos arrastrado asignaturas durante algún verano sabemos que uno se relaja con tanto tiempo por delante, y al final acaba pegándose la paliza de estudiar la noche antes. Lo previsible es que la máquina huelguística se active de verdad a partir de septiembre, pues en verano no estamos para nada.

La apuesta sindical tal vez sea la única posible, pero tiene muchos riesgos. Cuanto más tiempo pase desde la convocatoria hasta la huelga, más posibilidades hay de prepararla con éxito, pero también más expectativas y menos excusas para su fracaso. Si la hubieran convocado para dentro de una semana, tendrían poco margen para ganarla, pero sería más comprensible su fracaso. En septiembre no habrá excusas. Por eso, aplazarla al otoño es un salto mortal, del que saldrán entre aplausos o con los huesos rotos.

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