Traducción inversa

¿Consumir hasta morir?

Hace unos días estuvo en Valencia el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky, invitado por un grupo de empresarios de la distribución. El autor de El imperio de lo efímero basa sus teorías en lo que ha llamado la  "sociedad del hiperconsumo" y tenía morbo, por tanto, escuchar su opinión sobre la actual crisis económica. Curiosamente, Lipovetsky cree a pies juntillas que ese hiperconsumo que caracteriza a Occidente no está en peligro; muy al contrario, es ahora cuando comienza a extender su poder de fascinación por todo el planeta. Como consumir se ha convertido en la religión laica de un mundo descreído y euforizado, no hay quien pare la máquina. China, por supuesto, está en los pensamientos y en el horizonte de todos los teóricos. Quizá fuera el momento de recordar aquella boutade de Umberto Eco: "Cuando los chinos empiecen a usar papel de wáter el mundo temblará". Y sus árboles.

  Es curioso pero el sociólogo francés dice no creer para nada en las virtudes del llamado "decrecimiento", es decir, la disminución de la producción para conseguir un equilibrio económico razonable. Según él ante esta utopía "irrealizable" hay que esgrimir el desarrollo sostenible, que es eficiente y práctico. Y debe ser la política la que domestique al capitalismo para asegurarnos un futuro.

  Todo esto, qué duda cabe, es muy interesante, pero me pregunto si sacralizar el consumo y asistir a su apoteosis vacía con un cierto regocijo teórico sirve para algo. ¿No deberíamos hacer un esfuerzo para educar a la población en unos usos económicos sensatos y reflexivos? Quizá yo también soy un utópico, pero ¿hay alguien más?

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