Traducción inversa

Autonomías

    Explicaba este periódico el domingo pasado como el sector más conservador del Tribunal Constitucional no sólo quiere cargarse el Estatut de Catalunya, sino que alberga secretos e infamantes reproches contra el estado autonómico en su globalidad. No sé si alguien se sorprendió ante estas revelaciones: yo desde luego no. Hace años que la derecha española que fagocitó a la UCD -sin dejarse ni siquiera barnizar por lo que ésta tuviera de auténtico centrismo- está llevando a cabo un rearme de sus esencias carpetovetónicas. De pronto, han descubierto con horror que España es un cúmulo de lenguas, naciones y voluntades ante las cuales sus proclamas donpelayescas sólo convencen a los ya convencidos. Aunque el período autonómico (y, por tanto, constitucional) representa la época de nuestra historia de más progreso y bienestar en siglos –o precisamente por eso-, a ellos sólo les causa un horror infinito. Y sin embargo, esto no deja de provocarles contradicciones internas insoslayables. Añoran la España de una sola lengua, una sola religión y una sola nación pero sus barones autonómicos bien que aprovechan la estructura autonómica.

  ¿Se imaginan ustedes a Francisco Camps, Esperanza Aguirre o Núñez Feijóo renunciando ahora a los abultados presupuestos territoriales de los que disfrutan, y con los que hacen y deshacen a voluntad? También para ellos las autonomías han sido una bendición, lo cual no es óbice para que, con la boca pequeña, el PP se golpee el pecho reclamando una recentralización exclusivamente motivada por causas ideológicas. Otro caso más para el doctor Freud, que en paz descanse.

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