Traducción inversa

La regla de la vida

El 7 de abril de 1847, León Tolstói escribe en su diario: "Poner por escrito la regla de mi vida". El escritor ruso tiene entonces 19 años y aún no es el autor de las grandes obras que le harán famoso. La anotación forma parte de un puñado de propósitos para los próximos dos años. Entre ellos están estudiar derecho, medicina, algunas lenguas modernas, latín, historia, geografía, matemáticas e "intentar alcanzar la perfección en música y arte". Y luego concluye: "Escribir algo sobre todos los temas que estudie".

Esa era, pues, la regla de su vida. Poco después, el 3 de julio, añade: "Estoy firmemente decidió a dedicar mi vida al prójimo". He aquí un programa completo para hacer de la vida un proceso regido por la máxima utilidad y por la máxima exigencia. Leído en estos tiempos, resulta chocante. Algunos esbozarán, incluso, una sonrisa. La "regla" tosltoiana parece el ideal de un retiro monástico y muchos se preguntarán donde está el placer en todo eso.

Hemos llegado a un punto en que ya no podemos creer en nada que no nos procure diversión y banalidad. Los niños sólo quieren ser "famosos", los astronautas sueñan con volver del espacio y contarlo por televisión, y los escritores aspiran a vender sus libros aunque sepan que son malos. La única regla que parece imperar es la que mide la cuenta corriente bancaria. ¿Entonces? Entonces hay que observar que escribir Ana Karenina continúa siendo el único propósito razonable, precisamente porque nos parece ya una locura, un imposible, un despropósito.

Cada uno deberá decidir cuál es su propia Karenina. Y obrar, tolstoianamente, en consecuencia.

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