Traducción inversa

La gran mina del mundo

Ha sido imposible no asistir con cierta fascinación a esa aventura de los mineros chilenos a setecientos metros bajo el desierto de Atacama. 33 hombres encerrados en el interior de ellos mismos nos han ofrecido un espectáculo de esfuerzo y expiación para el que no nos creíamos ya preparados. De pronto, emergieron de ese útero perforado donde yacieron durante 70 días y descubrimos que lo que salía a la superficie no eran hombres, sino arquetipos. Ahí estaba el viudo con diabetes, el atlético que viajó a Copiapó por amor, el introvertido que tomó nota de cada detalle del cautiverio en un diario, el bígamo a quien aguardaban esposa y amante, el líder aguerrido que mantuvo el control durante todo el tiempo o el chistoso entusiasta, que subió a la superficie con un saco de piedras y se puso a repartirlas como un nuevo evangelio.

Por supuesto, esta ha sido una batalla entre Dios y el demonio. Ellos estuvieron en un pequeño paraíso interior durante estos dos meses en que fueron los héroes de una Humanidad hambrienta de prodigios de sala de estar. Ahora, sin embargo, deben enfrentarse al infierno de afuera, con su panoplia de codicia, indecencia, falso boato y maravillosa superficialidad. Es lógico que los cautivos hayan visto reforzadas sus vivencias religiosas y aunque todo el operativo ha sido un canto a las excelencias de la tecnología, enseguida le han atribuido al Todopoderoso el gran "milagro".

Lo más duro será cuando se den cuenta no sólo de que Dios no tiene nada que ver en todo esto, sino de que el infierno puede ser un no lugar muy confortable. Resistieron el vacío pero ¿superarán la luz?

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