Traducción inversa

Intelectuales y compromiso

Un escritor sólo es alguien sometido a los mismos vaivenes de la vida que el resto de los mortales. En algún momento impreciso, sin embargo, el escritor tiene que levantar la mano, subirse a una tarima y levantar la voz por una causa que alguien intenta silenciar. En estos tiempos, sin embargo, los silenciadores son tan poderosos que han logrado hacer creer que las tarimas están pasadas de moda. Al escritor lo prefieren sobre un pódium deportivo, donde se le pueda entregar un gran ramo de flores cuyos efluvios ahoguen su ego y, de paso, le tapen la cara.

Ahora que se murió Ernesto Sábato todos recuerdan las espeluznantes conclusiones de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, ese informe que lleva su nombre y donde se da cuenta de las 8.960 víctimas documentadas de la dictadura argentina. No hay nada de heroico en haber presidido esta comisión. El heroísmo estriba en haber tenido noticia de estas actuaciones, en plena dictadura, y haber callado como un muerto. Argentina está llena de esos héroes inversos. Tipos que, para evitar males mayores, se encerraron en una torre de marfil y lanzaron la llave al océano.

Bien mirado, Ernesto Sábato sería el mismo escritor sin su rúbrica al final del volumen Nunca más. Sus libros serían igual de valorados. No necesitaba ese gesto. Pero lo hizo, con la misma tranquilidad con que firmó muchos otros papeles acusatorios mientras los aviones de Videla arrojaban al olvido a sus víctimas indefensas. Algunos llaman a esa lección compromiso, pero su auténtico nombre es humanidad.

Más Noticias