Traducción inversa

¿Tienen futuro el periódico y el libro?

Hay un sistema de vida que consiste en levantarse cada mañana, acercarse a un quiosco, y adquirir uno o diversos periódicos, que serán devorados ritualmente dejando un rastro de tinta en las puntas de los dedos, justo donde se concentra la máxima cantidad de terminales nerviosas del cuerpo humano. Es muy probable que los que se vean retratados en esta perversión contemporánea sean los mismos tipos que coleccionan libros, los olisquean, los acarician, los ordenan tras leerlos en estantes primorosos y los tratan como bienaventurados hijos pródigos. ¿Puede ser verdad que todo esto esté a punto de desaparecer?

  En realidad, tanto el periódico en su formato actual como el libro en el suyo triunfaron porque se adecuaban perfectamente a las necesidades que venían a colmar. Por eso mismo, en el momento en que dejen de ser útiles, sus contenidos pasarán a vehicularse con otros utensilios. Sin embargo, ¿por qué deberíamos cifrarlo todo en los nuevos formatos digitales cuando por ejemplo la información que almacenamos en los vídeos o en los discos flexibles está a punto de carecer de lectores para ser recuperada?

  Por eso ha pervivido el libro, dice Umberto Eco: porque es un invento seguro y duradero. Otra cosa es el futuro del periodismo en papel. Seguramente en cuanto se divulgue un artefacto suficientemente fiable para descargar contenidos en línea los medios escritos se transformen en flujos de bits que el lector activará a su gusto en terminales electrónicas.

  Para entonces la memoria de la tinta formará ya parte indisoluble de nuestros fantasmas cotidianos, como el rastro de un calamar errante y solitario.

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