Traducción inversa

Cañizares, Irlanda y el aborto

Supongo que ustedes están al tanto de esas ya famosas declaraciones de Antonio Cañizares, acogidas con alborozo por su monaguillo ideológico, Mayor Oreja. El  ex primado explicaba que no son comparables los abusos sexuales a menores cometidos durante décadas en Irlanda (y en todo el mundo) con los "millones de vidas" destruidas por el aborto. Aunque estas palabras se comentan solas, uno tiene que hacer su trabajo. Yo comprendo que un chaval de 7 años, con sus carnes prietas y rosadas y su turbadora capacidad de seducción, sea irresistible para ciertos curas. Al fin y al cabo, el celibato les impide tener relaciones con mujeres, pero seguro que el que instauró esta curiosa interdicción no pensaba en la poderosa capacidad de atracción que hombres de Dios hechos y derechos experimentan ante un niño indefenso.  ¡Cómo es posible, santo Dios, atreverse a comparar este pequeño accidente en el recorrido espiritual de algunos buenos sacerdotes, esta violación ma non troppo, con el enorme pecado de extirpar de un vientre femenino un feto no deseado!

Todo esto se remonta, claro, a esa oscura pulsión contra el sexo que informa al catolicismo desde que algunos sucios clérigos medievales interpretaron la Biblia (ese gran libro) para usarla contra la libertad y el placer. Pero el problema de defender a capa y espada "la vida" es que la vida es mucho más que un espermatozoide a la carrera, o un óvulo transformándose, o un feto flotando en un útero. La vida son derechos, libertades, condiciones, plenitudes y dignidades. Todo lo que los colegas de Cañizares y Mayor Oreja destruían en Irlanda, precisamente.

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