Traducción inversa

Berlusconi como parábola

  No sé cómo lo ven ustedes, pero la última polémica en que se ha visto envuelto Silvio Berlusconi debería haber agotado la paciencia colectiva. Y, sin embargo, no me extrañaría que nada de todo eso tenga el más mínimo efecto electoral. Nada: ni las vedettes, ni las bailarinas, ni las veline (azafatas de televisión), ni siquiera las menores de las que el cavaliere gusta rodearse. Entendámonos: que Berlusconi sea un viejo verde no tiene nada de particular. Pero es que esas indelicadas imágenes (que la Fiscalía de Roma ha confiscado para tener a su amo contento) donde se le ve en medio de un harén deshabillée constituyen sólo un episodio más de la larga y obscena impunidad con que el mandatario italiano ha ejercido sus dos juegos favoritos: controlar todos los resortes de la sociedad italiana y hacer profusamente el payaso.

  Sí, amigos, ese es Berlusconi (¿alguien lo ignora?): un gracioso con mayoría absoluta. En España aún tenemos que aprender mucho del amigo italiano, por supuesto. Todo se andará. De momento, queda ese poso amargo que obliga a aceptar como legítimo que Italia elija reiteradamente a un magnate mangante a quien puede que su mujer ya no soporte, pero a quien gran parte de su país admira, teme, reverencia y, posiblemente, quisiera emular. ¿Cómo Italia, ese país bello y culto, con su historia y su nivel de desarrollo, ha podido caer tan bajo? Yo, por si acaso, llevaría mis barbas a remojar. O nos espabilamos, o ese es el futuro que nos espera a todos: gobernantes salerosos, muy machotes, muy duros, largamente impunes y sin nadie que les tosa (ni en la política ni en los medios). Rien ne va plus, me temo.

Más Noticias