La trama mediática

Los herejes vascones

Tres de cada cuatro curas de Gipuzkoa han manifestado su desacuerdo con el nombramiento de José Ignacio Munilla como cabeza de su diócesis. Lo han hecho a través de una nota clara, sí, pero extremadamente educada. Los guardianes mediáticos de la fe han sido también claros en su respuesta, aunque no tan educados. Tomen como botón de muestra las palabras de Carlos Herrera desde su videocolumna en la edición digital de ABC: "Esta pandilla de golfos durante no poco tiempo ha estado más cerca, mucho más cerca, de aquellos a los que apadrinaron cuando ETA nació -que nació en el revoloteo de algunas sotanas de seminario- que de personas que de verdad han sufrido".

Revestido con idéntico hábito argumentario, Ignacio Camacho mojaba su pluma en bilis para escribir, también en ABC, una letanía de topicazos que debe rezarse con los ojos fuera de las órbitas. Anoten una parte: "Esta arriscada clerecía carlistona que ahora recibe con rebrincos al prelado Munilla es la misma que arrastraba sus casullas en acólita sumisión al designio nacionalista. La que cobijaba en sacristías a los cómplices del terror. (...) La que consagraba el vino áspero de las herrikotabernas. La tropilla talar del aranismo más rancio, la guardia vestal de las esencias del soberanismo, la levítica cuadrilla espiritual que amparaba con su doblez el delirio de la hegemonía étnica. La turbia centinela moral de un evangelio hemipléjico en cuya doctrina cabe antes un camello por el ojo de una aguja que un no nacionalista en el reino de los cielos". ¡Penintenciagite!

Dios con pistola

También La Razón ha montado su propio tribunal de la Inquisición de la señorita Pepis. La sorpresa es ver la tea más gorda para la hoguera en manos de José Luis Alvite, que en nueve de cada diez columnas se refocila narrando sus fantasiosas andanzas de pecador irredento. Esta vez el Bukowski castizo se mete a teólogo y sentencia que la nota de los herejes vascones es "un obvio intento de evitar que un obispo 'desafecto' ponga en circulación un Dios libre de prejuicios nacionalistas, es decir, un Dios apolítico e independiente, un Dios sin pistola y sin capucha que pueda entrar a los funerales sin que en la puerta de la iglesia lo cacheen sus párrocos".

Terminemos con la doctrina oficial, la de Cope, claro: "El buen pueblo cristiano de Guipúzcoa no está con operaciones de esta índole sino con su obispo", dice su línea editorial. Pidan cita para el oculista.

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