La trama mediática

Por dinero, claro

Si aún no entienden los cómos y, sobre todo, los porqués de la cosecha de entrecomillados que cada día les aguarda en estas líneas, tomen nota de la confesión de Arcadi Espada en El Mundo: "La razón por la que escribo es el dinero". ¿Ironía? Ni una gota, y para que no haya dudas, el autodeclarado mercenario insiste y abunda: "Yo sólo me muevo por dinero. Si mañana pudiera vivir sin escribir, dejaría de escribir. Aceptaría encantado el soborno inverso de algún mecenas que me pagara por dejar de escribir. De hecho, lo he buscado con ahínco en la Cataluña, tan mecenazga, de mi tiempo. Y aunque hasta ahora he fracasado, no desisto.". Y nosotros, convencidos de que detrás de cada coma había un gran ideal.

Ahora ya lo saben, y también están en condiciones de adivinar los motivos que llevaron a Alfonso Ussía a plagiar ayer en La Razón -título incluído- la columna que él mismo escribió hace menos de una semana sobre la puesta en libertad de Rafael Díez Usabiaga. Las gracietas y los exabruptos no caducan. Vean: "Ofrezco desde aquí un invisible e imaginario ramo de rosas a la madre nada enferma de Usabiaga para compensar el vacío que su hijo le ha procurado. No se lo merece, porque las madres tienen bastante culpa de lo que terminan siendo sus hijos. Y el suyo es un terrorista deleznable". Dentro de unos días, otra de lo mismo.

Nunca Mais, siete años después

Si eso ocurre en la División de Honor de la faltada, imaginen en la regional preferente. O mejor, compruébenlo pasando sus propios ojos por la pretendida carga de profundidad de Iñaki Ezkerra -también en La Razón- sobre los parecidos entre el vertido de petróleo en las costas norteamericanas y el del Prestige. Sí, a estas alturas: "Yo es que creo que los americanos no tienen tradición democrática y va a haber que ayudarlos. Con la experiencia que tenemos acumulada en España, Zapatero podría organizar alguna «manifa» en el delta del Mississippi y llevar una pancarta con la imagen del delfín Flipper convertido en un pobre chipirón en su tinta". ¡Oh, cuánta acidez!

No piensen que todo el columneo se mueve por el vil metal. El resentimiento también es buena paga, como nos demuestra en Libertad Digital Emilio Campmany, que le pagaba así una deuda a Luis María Anson: "Yo, como no soy tan noble como Anson, voy a decir lo que opino de él sin esperar a que se muera. Es un discreto director de periódicos, un mediocre periodista y un pésimo escritor".

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