Verdad Justicia Reparación

El maestro y su discípulo. Compendio de vilezas de Roberto Conesa y compañía.

Por Pablo Alcántara Pérez, doctorando en la Universidad Autónoma de Madrid y por Ramón Alonso, miembro de La Comuna.

En los últimos años y meses hemos visto como en los medios de comunicación (El País, Diario 16, Interviú, Público u otras publicaciones), o en las redes sociales han aparecido testimonios y artículos sobre la policía política franquista.

Personajes como Antonio González Pacheco "Billy el Niño" han pasado a ser personajes notorios para la sociedad actual. La idea de este artículo es dar a conocer a uno de sus maestros, Roberto Conesa Escudero, que fue uno de los jefes de la BPS (Brigada Político Social) en los años 60 y 70. Mucha de la información que se expone se ha obtenido de su expediente personal, abierto a consulta recientemente.

El "superagente" Conesa fue uno de los más notorios policías políticos del franquismo. Finalizada la Guerra Civil, ingresa como agente auxiliar en 1939 en la policía, institución donde permanece hasta jubilarse, tras haber alcanzado los máximos grados del escalafón, en 1979.

Sus investigaciones, siempre dirigidas a la aniquilación de las organizaciones clandestinas que luchaban contra la dictadura, obtuvieron algunos resultados, pero siempre estuvieron relacionadas con polémicas. Las acusaciones de tortura fueron frecuentes. Sus métodos de investigación fueron heterodoxos, desde brutales palizas, a la infiltración en organizaciones opositoras, pasando por actuaciones clandestinas en otros países, amparo y protección de fascistas fugados y empleo de mercenarios o confidentes de diversos orígenes: La OAS, los grupos neofascistas italianos o de la extrema derecha española o los detenidos de los grupos antifascistas españoles que aceptaron colaborar con sus verdugos por miedo, mejoras en sus condenas o, simplemente, por lucro.

Su carrera estuvo llena de ascensos y de medallas, por parte tanto de la dictadura como de la democracia. En noviembre de 1941 fue nombrado agente de 3ª Clase, en septiembre de 1944 agente de 2ª clase, para pasar a ser nombrado de 1ª en marzo de 1951. En enero de 1954 pasa a ser nombrado inspector de 2ª clase, hasta marzo de 1954. Inspector jefe en enero de 1972, fue ascendido a Comisario de 2ª clase, en agosto del mismo año. Comisario de 1ª clase, en abril del 73, en abril de 1974 fue designado jefe de la Brigada Central de Investigación Social, para ser ascendido a comisario principal en septiembre de 1975. En 1976 sería destinado como Jefe Superior de Policía de Valencia. En junio de 1977 vuelve a Madrid para ser nombrado Comisario General de Información, para, en febrero de 1979, ser nombrado Comisario General Honorario. Es decir, en sus últimos 8 años tuvo un total de 8 ascensos.

Además de en la BPS, Conesa prestó servicios en la Brigada de Censos, en la Brigada de Información, en la Brigada de Servicios Especiales, fue Profesor en la Escuela de Policía, enlace con el SECED (Servicio Central de Documentación, ahora CNI). En 1958 haría un curso de la CIA para policías en EEUU, tal y como desveló eldiario.es.

En cuanto a las felicitaciones, recibió más de 70, la mayoría públicas y con recompensa monetaria. Destacan las ultimas de 1977, de 200.000 pesetas, 2 en 1975 por operaciones contra el FRAP, una de 50.000 y otra de 30.000. Una de 20.000 en el 73 y otra de 40.000 en el 74 en operaciones contra ETA. Recibe otra en 1974 de 40.000 por servicios en París y de 20.000 por servicios en el interior y extranjero. 25.000 en ese mismo año, por impedir el secuestro del Conde de Barcelona en Mónaco. Fue condecorado con la Orden del Yugo y las Flechas (el mayor mérito que se le podía dar a un civil durante la dictadura franquista) el 1 de octubre de 1975. También con la cruz de plata y oro al mérito policial.

Sin embargo, no todo fue "brillante" en su carrera profesional. En 1946 sería investigado por torturas a detenidos, lo que casi le supuso su traslado a la comisaría de policía de Mahón. A mediados de los años 70, fue acusado de malos tratos por varios militantes del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), como Fermín Espejo y Pablo Mayoral (en 1975 concretamente) lo que hizo que fuera investigado. En ninguna de estas ocasiones fue condenado. Tanto la justicia como el régimen franquista amparaba estas actuaciones policiales. Fue denunciado en la prensa internacional por sus tareas de infiltración, hecho que hasta sus propios jefes reconocieron, pero como mérito en los documentos oficiales.

Hasta el final de su trayectoria, estuvo implicado en casos de terrorismo de Estado, como el caso de Antonio Cubillo, dirigente del MPAIAC (Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario), gravemente herido en 1978. Durante uno de los juicios del caso, José Luis Espinosa Pardo, uno de sus confidentes y que había sido un infiltrado policial durante los años de tardofranquismo y de la Transición, testificó sobre la implicación de Conesa y otros altos cargos policiales en el intento de asesinato.

Su discípulo preferido fue el ya mencionado "Billy el niño", que entró en la BPS en 1969, para retirarse de la policía en 1982. También fue premiado en varias ocasiones por sus actividades contra la oposición democrática, lográndose infiltrar en algún grupo clandestino. Pronto su prepotencia y agresividad le granjearon el mote de Billy el niño. Siempre dispuesto a la bronca y al exhibicionismo, fue condenado por agredir en 1972 al que con el paso de los años sería el famoso periodista Paco Lobatón. En 1973, también es denunciado por malos tratos y condenado, aunque en ambos casos las condenas fueron simbólicas.

Pasa a depender de Conesa en 1975, es gratificado por su participación en la desarticulación del FRAP junto a su maestro y otros policías entre los que aparece uno muy notorio: Villarejo. Las torturas y vejaciones infligidas a los detenidos, con especial ensañamiento hacia las mujeres, eran su práctica habitual, llegando por su afán de protagonismo a interferir en investigaciones de otros servicios. En 1975 fue denunciado varias veces por malos tratos. Su presencia era apreciada en los círculos ultraderechistas donde contactó con fascistas italianos y mercenarios. Estuvo relacionado con los autores de la matanza de los abogados de Atocha, para después estar vinculado, según fuentes, con el entramado GAL (Grupo Antiterrorista de Liberación).

En 1982, deja la policía, sin desvincularse totalmente de sus entornos, pues a pesar de haber sido recientemente denunciado por algunas de sus antiguas víctimas, sigue en contacto con sus compañeros de fechorías, como lo demostró la invitación a la fiesta de la Policía del 2018.

Las hojas de servicios de ambos son largas, pero se confeccionaron por perseguir de manera implacable y sistemática, mediante cualquier medio, legal o ilegal, a cualquiera que se opusiese al franquismo. La sangre y sufrimientos de miles de trabajadores, estudiantes, mujeres, profesionales, republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas o inclusive la de familiares y amigos de los afectados, son la tinta con que se escribieron semejantes historiales. Que unos funcionarios con estas características, torturadores compulsivos, amigos de conflictos y del uso de delincuentes o mercenarios para operaciones ilícitas fuesen tan premiados nos indican que la dictadura los amparaba por que se beneficiaba de sus servicios.

Que la CIA contribuyese a mejorar las capacidades profesionales de un elemento como Conesa, muestra una vez más la falta de escrúpulos de dicha organización. El mentor y su pupilo proporcionaron miles de víctimas a la dictadura, pero lo fundamental es que los poderes políticos y económicos en los que se sustentaba ese abyecto régimen utilizasen un aparato de Estado lleno de personajes tan siniestros como ellos para perpetuarse en el poder. Los que desde las instituciones los protegían y promovían eran aún más criminales.

No debemos olvidar, que, en las últimas fases de sus actividades, trabajaron a las órdenes de un Ministro de oscuro pasado: Rodolfo Martín Villa. Pero muchos otros, permanecieron en un muy cómodo anonimato. La mayoría de los que fomentaron, toleraron, trabajaron y delinquieron con ellos han seguido disfrutando del sistema, sin que la aparente transición afectase lo más mínimo a sus intereses.

Los numerosos casos de corrupción nos lo muestran a diario.

Más Noticias