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Los primeros detenidos de una transición supuestamente modélica 

La Dirección General de Seguridad durante el franquismo, actual Puerta del Sol
La Dirección General de Seguridad durante el franquismo, actual Puerta del Sol

Por Javier Maestro, activista de La Comuna 

Manuel Vicent constataba –en un artículo de opinión que El País publicó el mismo día 23 de julio de 1977 en forma de crónica parlamentaria bajo el título de "Nupcias de la democracia"– que "la primera legislatura de la monarquía nació rodeada de fusiles, metralletas y demás aparatos para mantener a raya al pueblo llano ( ..) Al final la síntesis ha sido esta ruptura reformista o esta reforma rupturada (..)".  

En efecto, hace 46 años, concretamente el 23 de julio de 1977, cuando se abría la primera sesión de las Cortes –que contó con la presencia del monarca para despejar la incógnita de si encabezaría en el futuro una monarquía parlamentaria–, se llevaron a cabo tres detenciones tras el despliegue, delante de las Cortes, de dos grandes pancartas de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) que demandaban la legalización de TODOS los partidos obreros. Por entonces, como se sabe, sólo el PCE había logrado ser legalizado en abril de 1977 tras su reorientación expresamente parlamentaria en sintonía con su recién conversión al eurocomunismo. Sin embargo, como el año anterior, que arrojó un reguero de asesinatos, el nuevo año de 1977 no se presentaba precisamente como esperanzador, sino más bien como trágico, ya que el mismo mes de enero empezó con una matanza –pronto conocida como la "Semana Negra"– tras el asesinato de los abogados de Atocha, de Arturo Ruiz y de María Luz Nájera... Además, estos crímenes ponían de manifiesto la presencia en España de una internacional del crimen de extrema derecha dispuesta a salvaguardar, junto a los grupos españoles más reaccionarios, las esencias más siniestras de la dictadura franquista. Al mismo tiempo, en las calles, un potente movimiento pro-amnistía seguía demandando insistentemente, tras la muerte del dictador, la excarcelación de miles de luchadores antifranquistas, mientras que, paralelamente, en los despachos de los partidos legalizados, se fueron fraguando los pactos políticos que desembocarían, un año más tarde, en una Constitución pactada  cuyo principal cometido era alejar cualquier atisbo de proceso constituyente y, naturalmente, garantizar la impunidad de un franquismo genocida que casi incólume prevalece hasta el día de hoy, 46 años más tarde.  

Volviendo al relato de los concentrados delante de las Cortes, las mencionadas pancartas, como era de esperar, tuvieron que plegarse al tiempo que sus portadores eran dispersados por las fuerzas de seguridad por las calles adyacentes. Todo parecía haber podido deslucir una ceremonia que encumbraba una transición que no tardó en etiquetarse como "modélica". Así, mediáticamente, todo quedó reducido a la exaltación de una monarquía que se declaraba parlamentaria. Efectivamente, Juan Carlos prometía ese mismo día salvaguardar una monarquía parlamentaria en medio de estruendosos aplausos de muchos diputados, recién elegidos tras las primeras elecciones de junio de 1977. Esas ovaciones no provenían, como podía esperarse, sólo de las prietas filas de los franquistas reciclados, sino también, de manera menos llamativa, en forma de palmas civilizadas o protocolarias por parte de Santiago Carrillo, La Pasionaria, Felipe González y tantos otros.     


Es curioso cómo los medios trataron de manipular o directamente ningunear la noticia de estas primeras detenciones. Todo obedecía al hábito de autocensura que practicaban los medios siguiendo un habitual patrón que, a fuerza de repetirse, habituaba también a los lectores a leer entre líneas a unos medios que cuanto menos se autocensuraban. Así pues, mientras unos medios sencillamente no recogían la noticia (era el caso de Arriba, El Alcazar, Ya, Informaciones, Diario 16 y Pueblo), otros, como ABC, la insertaron escuetamente bajo el titular de "Fueron detenidos dos militantes de la LCR. Pequeños incidentes de escasa importancia en las inmediaciones del Palacio de Las Cortes" y, pocos, como El País, daban cierta cobertura y visibilidad a la noticia, eclipsada, eso sí, en forma de "pequeños incidentes en los alrededores del Palacio de Las Cortes". Ningún medio hablaba, como debiera, usando el titular de "primeras detenciones de la democracia parlamentaria".   

Y ahora me veo obligado a hablar en primera persona como uno de los detenidos. El otro detenido era Jaime Pastor y, el tercero, Mariano Fernández Enguita, al que ningún medio citaba. Pues bien, ese día llegué tarde a la concentración por lo que no vi a nadie delante de Las Cortes. Con mi dos caballos "descapotables", me dirigí por la calle Medinaceli para ver si lograba encontrarme con mis compañeros de la LCR. Casi todos estaban efectivamente agolpados en la cervecería La Granja Blanca de esa calle. Tras aparcar el coche y dirigirme a ellos comprobé cómo los portadores de las pancartas las dejaban aliviados dentro de mi vehículo "descapotado". Al poco tiempo pude también comprobar cómo un importante número de "lecheras" rodeaban al vehículo y cómo uno de los responsables de la policía preguntaba de quién era el coche. Entonces le pregunté a Jaime Pastor cómo proceder. Tras un prolongado tiempo de silencio me indicó que saliéramos del bar y dijéramos a las fuerzas de seguridad que el coche era nuestro. A continuación, la policía se hizo cargo del coche y las pancartas, al tiempo que nos pidió que los acompañáramos hasta la cercana comisaría de policía de Retiro.  

Allí, nada más llegar, tras tomar nota de nuestra identidad, la policía nos metió en un calabozo, eso sí, con una forzada amabilidad democrática y ofreciéndonos bocadillos. Le pregunté a Jaime si creía que saldríamos pronto. Serían entonces las doce del mediodía, por lo que me respondió que nos dejarían salir del calabozo en cuanto terminara la sesión en Las Cortes. Allí tuvimos entonces conocimiento de que Francisco Letamendia, Marcelino Camacho, Enrique Múgica, José María Bandrés, Simón Sánchez Montero y otros parlamentarios se habían dirigido a la comisaría para apoyarnos  y  solicitar nuestra libertad inmediata. Esa petición fue denegada.  

Sobre las dos nos sacaron del calabozo y nos llevaron a un furgón de la policía que nos conduciría a la tristemente conocida Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol. Ya en la furgoneta le pregunté a Jaime si seguía pensando que nos pondrían pronto en libertad. Esta vez no estaba tan seguro de ello, sobre todo cuando tuvimos que prestar declaración, quedar fichados y bajar a los tenebrosos calabozos. Allí, entonces, todas las celdas estaban vacías y, curiosamente, nos metieron en calabozos bastante separadas por lo que nos comunicamos a fuerza de gritos que resonaban en forma de ecos. Todo me resultaba familiar tras dos estancias anteriores, en 1972 y 1974. Unas horas más tarde, bajó un policía para sacarnos de las celdas y, tras introducirnos en una furgoneta, nos llevó, una vez más, a otra celda, esta vez al calabozo de Las Salesas. Allí permanecimos, sin saber ni cómo ni por qué, unas horas, hasta que un juez democrático salió a nuestro encuentro tras ordenar que nos sacaran inmediatamente del calabozo, y una vez firmada nuestra inmediata libertad incondicional.   

Como señalé, El País recogió la noticia con el titular "Detenidos tres dirigentes trotskistas". Leyendo el artículo sólo aparecían los nombres de dos supuestos dirigentes de la LCR: Jaime Pastor, dirigente de la LCR, y Javier Maestro, profesor de la Facultad de Ciencias de la Información. Con el tiempo conseguí saber por el propio Mariano Fernández Enguita que él era el supuesto tercer dirigente trotskista al que habían detenido pegando carteles en las inmediaciones de Las Cortes, ya que era una forma ideada para provocar más detenciones.  

Quiero, por último, dedicar este artículo al infatigable luchador contra la impunidad del franquismo, como fue el caso del recién fallecido Manuel Ruiz, hermano de Arturo Ruiz, mi amigo y compañero de la Asociación de La Comuna que agrupa a lxs represaliadxs del franquismo.

Manuel: recogemos tu gran ejemplo y legado.

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