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Una visita oportuna a Túnez

El presidente Zapatero ha hecho una buena exhibición de reflejo político al convertirse en el primer mandatario occidental que visita Túnez tras las revueltas que derrocaron al dictador Ben Alí. El mandatario expresó su firme compromiso con el país magrebí en su camino hacia la democracia y anunció una línea de crédito de 300 millones de euros a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI). Tan oportuno ha sido el viaje que Mariano Rajoy, habituado a descalificar por principio cualquier iniciativa del jefe del Gobierno, no ha tenido más remedio en esta ocasión que valorarlo positivamente. Son, precisamente, visitas de este tipo las que pueden reorientar en el buen sentido las relaciones entre las dos orillas del Mediterráneo, no la que celebró José María Aznar a Trípoli en 2003, cuando se convirtió en el primer líder occidental en bendecir el retorno del déspota libio Gadafi a la comunidad internacional por su adhesión a la desquiciada "guerra contra el terrorismo" de Bush. A propósito, también resulta oportuna la decisión de ayer del Gobierno de congelar los bienes de Gafadi en España en cumplimento de la resolución de la ONU del viernes pasado.

Ahora bien, Zapatero debería aprovechar este impulso diplomático para plantear en la UE un debate de fondo sobre el futuro de las relaciones con el mundo árabe, que desde la caída de Ben Alí nunca será ya el mismo. El tiempo de los coqueteos con déspotas en nombre de la realpolitik –a los que no escapó el propio Zapatero– ha pasado. Europa debe encontrar una nueva manera de tratar con unos vecinos que de pronto ven realizables sus anhelos de democracia y de bienestar social.

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