Al sur a la izquierda

El dilema de Izquierda Unida

Las próximas elecciones son la gran oportunidad de Izquierda Unida. Lo son las legislativas del 20-N, pero lo son, sobre todo, las andaluzas de la próxima primavera. Ahí es donde por primera vez desde el año 94 la coalición tendrá la oportunidad de influir en el destino político de Andalucía siempre que el Partido Popular no alcance esa mayoría absoluta que todas encuestas auguran, si bien la lejanía de la primavera y la urgencia de tomar decisiones impopulares a que se verá sometido un virtual Gobierno del PP en España permiten albergar alguna
esperanza a la izquierda andaluza. Aun así, el gran problema de las
autonómicas no son las autonómicas, sino las generales: si el PP obtiene una ventaja decisiva en Andalucía el 20-N, el PSOE cae a niveles históricos e Izquierda Unida no logra abrir grietas en su techo electoral, será muy improbable que las cosas cambien sólo unos meses después. Y no es sólo que el viento sople a favor de la armada conservadora dirigida por el imperturbable comandante Rajoy, es que en las escuadras socialistas reina el desánimo, la moral de derrota, la melancólica certeza de que sus naves en otro tiempo invencibles ya no son las más rápidas ni las más letales en los comprometidos mares de la política.
Izquierda Unida no tiene ese problema porque está acostumbrada a perder. En realidad, buena parte de sus problemas provienen de que

está 'demasiado' acostumbrada a perder. Cuando su coordinador andaluz, Diego Valderas, evalúa los presupuestos andaluces para 2012 lo hace con argumentos demasiado parecidos a los que utiliza el PP. Ambos han hablado de presupuestos tramposos, mentirosos, de cuentas en el mejor de los casos inútiles y en el peor perjudiciales para crear empleo.
Tal vez ambos partidos sean sinceros, pero si es así lo serían entre comillas. Muy entre comillas. La sinceridad en campaña electoral conviene juzgarla con
indulgencia. Pero incluso si IU fuera del todo sincera en su opinión sobre los presupuestos, le interesaría apaciguar su franqueza y mirar más por sus intereses. Desde la óptica de la eficiencia electoral y de la necesidad de pescar votos en los bancos situados más a la izquierda dentro del caladero socialista, el discurso
antisocialista de IU debería ser menos bronco, menos simétrico con el discurso del PP. Es verdad que no es fácil hallar el equilibrio entre acercarse tanto al PSOE como para no diferenciarse de él y alejarse tanto como para espantar a sus votantes decepcionados. Los estrategas de IU harían bien en buscar ese equilibrio. De encontrarlo depende en gran medida su éxito.

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