Puntadas sin hilo

Tres tenores y una soprano que desafina

Rajoy, con todo lo patoso que es, habría ganado el debate que Santamaría perdió anoche. Por eso se le debería colgar físicamente un sambenito por su cobardía y su soberbia y obligarle a llevarlo hasta el día 21. Lo de Soraya, la tapada destapada, fue de pena con su único y repetitivo argumento de la herencia recibida al cabo de cuatro años. Soraya desafinó con sus rayados tópicos. Lo de Rajoy entró de lleno en la falta de respeto no solo a los otros participantes, sino a todos los ciudadanos. Este señor es un déspota raposo que hace de la política una burla.

Y hablando de cobardía, creo que en general los españoles también lo son: en prácticamente todas las muy numerosas encuestas realizadas tras el debate por los medios, tanto de derecha como de izquierda, ganó Pablo Iglesias, pero luego no le votan o le votan poco. Les seducen sus propuestas que ven como una meta deseable, pero les asusta intentarlo con sus votos. Su minuto de oro final fue una demostración de que en la política, ahora y con él, por fin serían buenos tiempos para la lírica si ésta es buena y sincera. Pero su hermoso minuto tampoco servirá para nada.

El debate fue entretenido, pero estéril y nada decisivo. Nadie, en mi intuición, perdió un voto ni nadie lo ganó. Iglesias, además, fue el único que se mojó en las cuestiones más espinosas en el que podríamos llamar Debate de las evasivas, salvado el tema de Catalunya. Por eso hubiera sido necesario como prefinal plantearles a los contendientes veinte o treinta preguntas del SÍ o NO con obligatoria respuesta sobre todos los temas importantes que quedaron sin ser abordados. Le hubieran dado dinamismo y precisión y hubiese sido una manera de constreñir a los participantes a contestar bajo riesgo de quedar con el trasero al aire. Preguntas breves y respuestas monosilábicas pero esclarecedoras. Los moderadores no estuvieron especialmente bien ni creativos en sus planteamientos.

De todas formas, el debate fue un acto democrático de primera magnitud. Se sobrepuso a todo interés espurio, y demostró que lo político interesa vivamente. Su índice de audiencia fue de fútbol y lo más visto de 2015: 48,2 % de audiencia y 9,2 millones de espectadores en televisión solo en España, radios y redes aparte.

Llegada la hora de la verdad y si los pronósticos se cumplen, Albert Rivera debería negar su apoyo a Rajoy en su investidura aunque solo fuera por su falta de cortesía, su desprecio, su tácita chulería y su aire de superioridad. Quien no sirve para debatir tampoco sirve para presidir un Gobierno. ¡Pero cualquiera se fía de Rivera!

En resumen, "mi" resumen y dentro de la falta de objetividad con que opinamos todos, articulistas y comentaristas: no habría que votar a quienes prometieron y no cumplieron lo prometido. Habría que votar a quienes aún no han tenido oportunidad de cumplir o no cumplir. Ésa debería ser la norma máxima de la decencia política.

En la tertulia de la Sexta previa al debate, Joaquín Estefanía señaló cuánto le hubiera gustado hacer la primera pregunta a los participantes, que sería: ¿España está mejor o peor que hace cuatro años? Si les apetece, pueden contestarla ustedes.

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