Punto de Fisión

La muleta del Cojo Manteca

Los jóvenes lectores quizá ya no se acuerden del Cojo Manteca, aquel personaje mítico que participó en las manifestaciones estudiantiles de 1987 huyendo de las cargas policiales con su única pierna mientras, de paso, iba destrozando farolas con la ayuda de su muleta. Jon Manteca, saltando a la pata coja mientras revoleaba la muleta como un maestro Jedi, hizo más él solo por la integración de los discapacitados en este país que una Paraolimpíada y varias campañas de la ONCE. Qué tiempos y qué bárbaros aquellos. El Cojo Manteca corriendo a toda pastilla y repartiendo muletazos por el mobiliario urbano sí que tenía mérito y no el niño pijo de Pistorius, que va más trucado que el Coche Fantástico.

Fue una lástima que el Cojo Manteca muriera tan pronto, en 1996, a los 28 años, porque lo mismo los sindicatos policiales lo hubieran sacado detenido, de frente y de perfil, junto a la muleta apañada con un punzón que intentaron colar como una de las armas incautadas durante los disturbios del sábado 22. O no se les ocurrió o no se atrevieron, como tampoco se atrevieron a poner fotos de la lanza de Longinos, de la carabina de Ambrosio, de la espada láser de Darth Vader o de un hacha de Atapuerca. Los policías enloquecieron en el cumplimiento de su deber y se pusieron a sacar fotos de objetos confiscados durante las manifestaciones de la transición, de las huelgas mineras, de la guerra civil y de la batalla de las Navas de Tolosa. Aquello parecía ya el Museo del Ejército, la Pasarela Cibeles del vandalismo, sólo faltaba una foto de Manolete y un grabado con la carga de los mamelucos.

Llegó un momento en que la exhibición de objetos por parte de la policía se convirtió en el chiste aquel en que un estudiante de medicina tiene que enumerar ante toda la clase las partes del oído interno, otro estudiante le va soplando por detrás y al final el hombre se va animando: "El martillo, el yunque, el estribo, la trompa de Eustaquio, la flauta de Bartolo..." Con lo fácil que era enseñar los adoquines y los cascotes, la herida abierta en la cabeza que ha visto cualquiera que tenga ojos, pero a la policía le gusta exagerar, como esos delanteros que los tocan de refilón y se hacen el harakiri en medio del área.

La violencia engendra violencia: se empieza por un adoquín y se acaba por una pancarta, se empieza por unas cuantas pelotas de goma y se acaba por subir el IVA, por desguazar hospitales y por expulsar a la gente de sus casas. Si seguimos por ese camino, esto de las marchas de protesta puede acabar peor que un Madrid-Barca. Mal está que la policía se ponga al nivel de los delincuentes y saque su peor careta de esbirro, pero, ya que se pone a delinquir, que lo haga con estilo y no intente cocinarnos unas fotos más amañadas que el finiquito de Bárcenas. Puestos a falsificar pruebas y a mentir como bellacos, podrían aprender de Vic Mackey, el poli chungo de The Shield, que en lugar de leerles los derechos a los detenidos les leía Los tres cerditos. Es muy triste que la policía se ponga taurina y exhiba una faena de muleta para enseñarnos de qué pie cojea. A estas alturas, y con la experiencia de intentar atrapar a Jon Manteca, deberían saber que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo.

 

Más Noticias