Punto de Fisión

Mariano practica el griego

Un día Oscar Wilde se presentó a impartir una conferencia en una sala abarrotada de público vestido con un vistoso traje de terciopelo y un floripondio verdaderamente ostentoso prendido a la solapa de la chaqueta. Al día siguiente, en el mismo lugar y a la misma hora, se rió de unos cuantos admiradores que llevaban el mismo floripondio enorme a la altura del pecho después de rebuscar en todas las floristerías y jardines de Londres. Wilde los llamó horteras, paletos y cosas así. Ellos se quejaron puesto que Wilde llevaba el mismo floripondio el día anterior y, además, no habían hecho más que seguir sus pasos. "Pero eso era ayer, señores" respondió Oscar Wilde, "y además era yo".

El domingo Mariano increpó a Tsipras con la misma elegancia decimonónica por copiarle su espectacular incumplimiento de programa. "Aficionados, oiga", les dijo. Apenas lleva un mes al frente del gobierno y Syriza ya ha roto una de sus principales promesas; a esas alturas, al poco de tomar las riendas, el PP ya había roto lo menos dieciocho. "La única manera de ser serio es no prometer lo que sabes que no puedes cumplir", añadió Mariano agitando el floripondio. Fue un ejercicio radical de ironía, porque ahora ya no se sabe si cuando prometió tres millones de puestos de trabajo hace unos años, y cuando los volvió a prometer la semana pasada, eran los mismos puestos de trabajo de antes o distintos. Con Mariano siempre es difícil distinguir si habla en broma o en pretérito imperfecto.

Tal vez le venció el embrujo de la onomástica: por algo estaba dando el mitin en un parque temático de Sevilla llamado "Isla Mágica". Se llega a gustar un poco más en el escenario el presidente y saca el mismo floripondio de Oscar Wilde, lo aprieta y empieza a regar a la concurrencia. De hecho el regadío casi alcanzaba hasta la quinta fila de palmeros cada vez que pronunciaba "Tsipras". Parecía la escena cumbre de La vida de Brian cuando a Pilatos le patina la lengua al tener que decir "Barrabás" y entonces llega Pijus Magnificus, le quita el papiro y termina de arreglarlo. Entre los dos mil sevillanos reunidos para aplaudir había división de opiniones: unos querían llamar al logopeda de guardia y otros querían que saliera Ana Botella a pedir en inglés café con leche.

Esta tangana en los arrabales de Europa empezó con De Guindos chinchando a Varoufakis en las negociaciones al estilo de un defensa marrullero a la espera de un córner. Tsipras se quejó de que españoles y portugueses le habían hecho la zancadilla a su equipo y Mariano corrió a protestar ante el árbitro. "Buscarse un enemigo fuera es un truco que ya hemos visto muchas veces a lo largo de la historia" explicó el presidente a sus huestes y no quiso abrumar a la audiencia con sus amplios conocimientos históricos enumerando los diversos fantasmas que se ha inventado Grecia a lo largo de su tortuosa historia: persas, romanos, turcos, alemanes, la CIA. Mariano no necesita buscarse ningún enemigo fuera porque siempre los encuentra todos dentro. "Condene las palabras" pidió a la Comisión Europeas en una exhortación que revela que su lucha trasciende el ámbito de la realidad para combatir ya exclusivamente en el terreno del diccionario. En Sevilla se vino completamente arriba y su discurso reflejaba al trasluz las frases más gloriosas de Oscar Wilde: "En la política, tarde o temprano, uno tiene un compromiso". Y también: "Cada acierto nos trae un enemigo; para ser popular hay que ser mediocre".

 

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