De cara

Raúl reescribe las crónicas

Estaba el Madrid atascado, enredado en otra de esas tardes plomizas sin mucho rival enfrente ni demasiadas ganas en casa, sin luces en el juego, sin ocasiones y sin resultado, sin respiro en las cercanías de Casillas... Estaba así el Madrid, directo hacia el 1-1,  cuando el de siempre tocó la corneta, corrigió la actitud general, reactivó las ganas y las emociones, se puso a correr, enseñó agujeros por donde colarse, apareció por todos las zonas, despertó a Guti, se asoció con Van Nistelrooy y puso su nombre al gol redentor. O sea, el guión más frecuente en el Madrid moderno. O sea, la crónica que tantas veces se ha utilizado para contar un partido, que sigue vigente hoy,  que servirá todavía para describir unos cuantos encuentros más.  O sea, Raúl, las cuatro letras que mejor resumen el fútbol de una época. El espíritu inconfundible de cómo se gana sí o sí.

Fue Raúl el que redimió a Schuster de un plan que le volvió a salir mal. Porque el alemán, apresado por el riguroso reparto de minutos que le ha impuesto el gurú Di Salvo en base a no sé qué sofisticada teoría científica, decidió sentar al capitán en el banquillo. Las célebres rotaciones. Raúl no acude ya a la selección, pero parece ser que también necesita descanso. El Madrid, en cambio, no comparte el argumento. Su juego se resiente sin él. Quizás por eso, Schuster decidió obedecer a la ciencia, pero también a su instinto de futbolista. Por si acaso, apartó a Raúl, pero le dejó bien cerca. Y cuando el callejón no enseñaba más salida, le devolvió al campo y le encomendó la enésima resurrección. Otro parche, en suma, alivió la jornada al Madrid, que sigue líder. Intachable en la aritmética, con unos guarismos que no consienten discusión; y mucho más irregular en la imagen, con un juego que no autoriza a demasiados elogios. Bueno, tampoco es una novedad. Así conquistó la pasada Liga.

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