De cara

No vendría mal un poco de transparencia

Raro, desde luego, suena. Y sonó así de extraño desde el primer día, desde el momento exacto en el que el Real Madrid anunció por sorpresa la contratación repentina de Pepe por 30 millones de euros. Como la operación se llevó con sigilo y no llegó a los medios de comunicación hasta el mismo instante de la firma, no cabe atribuir la inflación al habitual juego de los representantes: el viejo y efectivo truco de filtrar la noticia, distribuir por diversas portadas el interés de varios equipos por tal o cual jugador, y encarecer astutamente el precio. Lo de Pepe fue visto y no visto. ¿30 millones? Como éstos.

También resultó raro comprobar cómo el fútbol asumía como normal una cifra que era una exageración. Hubo coincidencia general en la sorpresa, no tanto en el nombre del fichaje, al que algunos expertos dedicaron elogios, como en su coste. Los 30 millones de euros le parecieron una barbaridad a todos, sin excepción. Y, en embargo, el deporte lo aceptó sin inmutarse. Apenas hubo preguntas al respecto. Ni por parte de los medios ni por los socios del club, que pasaron por la asamblea de compromisarios sin ninguna curiosidad, sin la necesidad de pedir explicaciones.

Y lo mismo, al final no hay nada irregular en la operación. Más allá, claro, del error en sí de pagar de más por un jugador que no vale tanto. Lo mismo, pese a sus sospechas, la policía judicial portuguesa, cuando termine las investigaciones, no encuentra nada fuera de lo normal. Ni en el origen del dinero ni en su destino. Pero da igual, el fútbol debería explicar detalladamente sus transacciones. Sobre todo cuando son tan abultadas y sorprendentes. Sobre todo cuando se juega con dinero ajeno, con una pasta que, hasta nueva orden, pertenece a miles de socios. La transparencia sigue siendo la mejor manera de contestar a los que piensan o pensamos mal.

Más Noticias