Dominio público

¿Qué pasa en el feminismo?

Rosa Cobo

Escritora feminista y profesora de Sociología del Género de la Universidad de A Coruña.

Participantes en la manifestación del 8M de Madrid. EFE/ Juan Carlos Hidalgo
Participantes en la manifestación del 8M de Madrid. EFE/ Juan Carlos Hidalgo

Este 8 de marzo quizá ha marcado un antes y un después en el feminismo español, pues se ha escenificado un conflicto profundo y enconado en el interior del movimiento. Un conflicto complejo y con muchas variables, algunas comunes a las de otros países y otras específicas del nuestro. Sin embargo, me gustaría analizar solo algunas, quizá las más visibles.

La primera tiene que ver con dos concepciones diferentes de lo que debe ser el movimiento feminista. El sector mayoritario del feminismo entiende que las movilizaciones sociales están al servicio de la lucha política y, por tanto, de la conquista de derechos. Este sector articula su lucha contra la opresión patriarcal, que por muy confusa que aparezca a los ojos de la opinión pública, los datos muestran el gran desequilibrio en recursos y poder entre hombres y mujeres. La lucha feminista, pues, es contra el sistema patriarcal y se concreta en diversas vindicaciones: contra la precariedad laboral de las mujeres, pues el capitalismo neoliberal nos ha asignado el papel de trabajadoras gratuitas en el hogar y semi-gratuitas en el mercado laboral; contra la feminización de la pobreza; contra la legalización de los vientres de alquiler; a favor de la abolición de la prostitución; o contra la propuesta de hipersexualización extrema de las mujeres del porno. Este sector feminista entiende que la sexualidad y la reproducción son el corazón de la subordinación de las mujeres y por eso entiende el feminismo como lucha contra los mecanismos de poder patriarcal.

El otro sector feminista muestra una concepción sobre el movimiento feminista mucho más próxima al orgullo gay que a la lucha política. Es más celebratoria y festiva que política. Su preocupación fundamental no parecen ser tanto las realidades patriarcales como el movimiento feminista en sí mismo. Su preocupación prioritaria gira en torno a quiénes forman el movimiento y quiénes protagonizan la emancipación. La reflexión sobre quién es el sujeto feminista es un objetivo prioritario para este sector. ¿El sujeto del feminismo son las mujeres o también otros colectivos discriminados? Nombrar grupos de mujeres (trans, racializadas, mujeres encerradas en los CIE’s, entre otras) y afirmar que el sujeto feminista es diverso es una idea que se repite en este colectivo feminista. De la diversidad de las mujeres a la diversidad sexual solo hay un paso. Y, de otra parte, las reivindicaciones políticas de este sector se articulan sobre todo alrededor de la libertad sexual. Y de ahí pasan inmediatamente a la celebración de las identidades sexuales. Muestran distancia en el mejor de los casos, y a veces rechazo, hacia la genealogía feminista por ser blanca y burguesa. Los tres siglos de historia feminista son puestos en cuestión porque el sujeto que lideró la lucha por los derechos se gestó en Occidente.

La segunda razón de este conflicto se encuentra en el papel del colectivo LGTB en relación al feminismo. Mientras que el sector mayoritario del feminismo sostiene que el feminismo es un movimiento social cuyo objetivo es la defensa de los derechos de las mujeres y que, además, debe estar formado por mujeres, el otro sector considera que el feminismo debe ensancharse por la parte de los colectivos sexuales discriminados, tanto en la definición del sujeto político feminista como en las cuestiones de agenda. Argumentan que existen intereses comunes en ambos movimientos.

Sin embargo, esta tensión entre sectores del movimiento LGTB y el feminismo no se expresa en estos términos porque entonces se llegaría a la conclusión de que son dos movimientos diferentes con sujetos políticos diferentes y con agendas diferentes. La pregunta es por qué quieren algunos sectores del colectivo LGTB formar parte del sujeto político feminista y también cómo quieren realizar esta operación. El cómo y el por qué. El cómo tiene el rostro del colectivo trans y la fusión de ambos movimientos tiene un emblema: las mujeres trans. ¿Dónde deben estar situadas, en el movimiento LGTB o en el feminista? ¿Cuál debe ser el criterio de pertenencia: la asignación a un género o las reivindicaciones políticas? ¿Qué tiene más lógica, estar en el movimiento LGTB con su agenda sexual o en el feminista a causa de su experiencia como mujeres reasignadas?

Y ahora vamos al por qué: el feminismo ha logrado imponer una revolución en una buena parte del mundo. En sus tres siglos de historia la lucha feminista ha logrado derechos, recursos, autonomía, pequeños espacios de poder e influencia, algunas políticas de igualdad (unas más transformadoras y otras menos), ha luchado por vindicaciones ligadas a la redistribución y al reconocimiento y en algunos casos ha logrado imponer partes de su agenda en algunas zonas del mundo. ¿Qué puede interesar a sectores del colectivo LGTB del feminismo? ¿Por qué ese mantra de ‘somos casi lo mismo’? Puede haber dos razones: una de agenda y otra de recursos. Entrar en el feminismo significa entrar con tu agenda. ¿Cuál?: ¿Legalización de los vientres de alquiler? ¿Regulación de la prostitución? ¿Ley de identidad sexual? ¿Vía libre a la pornografía? Parece que es la agenda contraria al feminismo.

La otra cuestión es la de los recursos. Y esto me lleva a preguntarme: ¿por qué los organismos de igualdad por los que tanto luchó el feminismo deben integrar la diversidad? ¿No sería mejor proponer la creación de organismos de diversidad para así multiplicar los recursos? ¿No es mejor ensancharlos en lugar de dividirlos? ¿Y por qué no puede haber organismos de igualdad y de diversidad que gestionen presupuestos distintos puesto que sus poblaciones son diferentes? Ambos legítimos, pero ambos diferentes, tal y como reclaman el feminismo y también sectores LGTB.

La tercera cuestión que no puede desligarse de este conflicto es que en el movimiento feminista intervienen, y no podría ser de otra forma, los sectores feministas del Psoe y de Unidas Podemos. Ambos sectores ambicionan la hegemonía ideológica. El feminismo es codiciado por su capacidad de movilización y su legitimidad política. En medio de los sectores de ambas formaciones de izquierda está el movimiento feminista más autónomo que mira con verdadera estupefacción una lucha que entorpece la lucha feminista y de la que ya tiene malas experiencias en el pasado. Parece que las dirigentes de Unidas Podemos apuestan por la agenda política de la libertad sexual en detrimento de otras vindicaciones ligadas a la redistribución. Paradójicamente quienes se presentan como la izquierda no colocan en el eje de su agenda las vindicaciones feministas más inequívocamente anticapitalistas, aquellas vinculadas a la redistribución. El mundo ideológico de la identidad sexual y de las libertades sexuales ocupa el corazón de su agenda. Sin embargo, este mapa no está completo si no se señala la profunda división de agenda feminista entre sus bases y sus dirigentes. Las bases feministas de UP, por el contrario, comparten mayoritariamente la otra agenda, aquella ligada a la opresión patriarcal en mucha mayor medida que la de la discriminación sexual.

De otro lado, las dirigentes socialistas y una parte significativa de sus bases suscriben la agenda de la opresión patriarcal, aunque cuando han estado en el poder no la han llegado a concretar. Las feministas hemos esperado una ley abolicionista de la prostitución que nunca ha llegado y por eso el feminismo exige ‘hechos, no palabras’. A pesar de todo, sectores minoritarios del partido socialista, como la mayoría de sus juventudes, también suscriben la agenda sexual de UP. En medio de ambos partidos, el movimiento feminista autónomo lucha por sobrevivir en medio de esta lucha, sabiendo que este conflicto no conviene porque añade tensiones no deseadas. El feminismo autónomo tiene una honda preocupación porque su agenda no es la que suscribe la dirección de UP. De ahí la distancia entre el movimiento feminista y el ministerio de Igualdad. Y de ahí la gran preocupación del movimiento feminista.

Lo que ha ocurrido este 8M es que estos conflictos han estallado, nos han estallado en las manos. El feminismo, sin embargo, sobrevivirá a este conflicto como lo ha hecho otras veces. Son tres siglos de historia y mucha legitimidad política en la defensa de derechos de las mujeres. En un ejercicio de predicción de futuro, al que tan aficionada es la sociología, auguro que la claridad volverá poco a poco al feminismo. Y el movimiento LGTB y el movimiento feminista serán socios preferentes en aquello que los una y no serán socios en aquello que les separa. Y las mujeres trans realizarán sus luchas con quienes defiendan mejor sus intereses y su agenda, pero me atrevo también a asegurar que formarán sus propias organizaciones y pactarán con quienes tengan mayor sintonía ideológica. Unas se acercarán al feminismo como la reciente asociación de mujeres reasignadas –que tienen una posición crítica hacia los vientres de alquiler y se pronuncian a favor de la abolición de la prostitución- y otras entenderán que su agenda sexual la defiende mejor el movimiento LGTB. Probablemente las mujeres trans transitarán con sus propias organizaciones entre la agenda LGTB y la agenda feminista. El tiempo dirá con cual se sienten más identificadas.

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