El desconcierto

El aviso de Rajoy

Tras la derogación del decreto-ley sobre la reforma de la estiba, parecía una vez más que Rajoy se atenía a esa imagen de fortaleza aparente que intenta vender sin que casi nadie se la compre. Pero, de imprevisto, en un fin de semana, su fortaleza de invierno muta en debilidad de primavera. Tanto que empieza ya a deshojar la margarita electoral— sí, no, si, no— si la Gran Coalición que le regaló la Moncloa no le apoya en el Congreso de los Diputados. Un aviso a navegantes sorprendente, por cuanto nada ha variado en el paso de una estación a otra para que el presidente de Gobierno recurra al chantaje de las urnas, cuando ni siquiera puede todavía convocar unas nuevas elecciones generales. Un hombre siempre ponderado, calculador y frío como es Mariano Rajoy podría haber esperado a la fecha en que puede convocarlas, mes de mayo, para su inesperada amenaza ¿Por qué adelantar esta advertencia?

La respuesta está, probablemente, en lo que podríamos denominar Plan Urkullu, por el apellido del Lehendakari de Euskadi. No es que le cogiera de sorpresa, Rajoy estaba informado, sino que se ha encontrado con un abanico de reacciones inmediatas que complican avanzar por la senda abierta por el PNV, su único socio sólido, en el camino de lo que los nacionalistas vascos llaman la pacificación del País Vasco. Cuando en el 2013, tras ganar las elecciones autonómicas, Urkullu planteó a la Moncloa una nueva política penitenciaria, recibió la respuesta de que había que aguardar algunos "gestos" por parte de ETA antes de poder abordar el fin de la dispersión de los presos terroristas. Uno de esos esperados gestos, el anunciado desarme del 8 de abril, ha llegado en el peor momento para Rajoy.

Aunque, quizás, no hubiese llegado si el PP no estuviese con el agua al cuello parlamentario. Los burukides del PNV, uno de los grupos dirigentes de mayor capacidad política en todo el estado español, han debido pensar que si Rajoy no cuestiona la cifra del cupo que han presentado, ni tampoco pone reparos al trazado inmediato del AVE para las tres capitales vascas, bien podría estirarse un poco más y terminar de una vez por todas con ETA, resolviendo aquí y ahora el problema de los terroristas presos, a través de una nueva política penitenciaria que se concretara en el acercamiento de los encarcelados a las prisiones de Euskadi. Pero, tal vez, han infravalorado que esa misma debilidad del PP, que permite esta iniciativa, es a la vez la que impide su ejecución. Basta ver la hemeroteca del viernes pasado para comprobar como Rajoy ha sido literalmente fusilado por la Brunete mediática.

Al igual que ocurre con Cataluña, donde Rajoy paga hoy con creces su agitación contra el estatut aprobado por los catalanes, empieza a suceder con Euskadi, donde comienza a pagar aquella desaforada e injusta campaña contra la política antiterrorista del gobierno socialista. No está en condiciones de colaborar hoy con Urkullu, porque los vientos que sembró ayer mismo sobre la cuestión terrorista se vuelven contra él. Es un búmeran que estalla en pleno rostro de Rajoy. Además, la misma imprecisión del Plan Urkullu, sobre el desarme o la disolución de ETA, correría el serio riesgo de terminar con una aplicación a dos velocidades que lo llevaría a un callejón sin salida. De hecho, los confesores del PNV le imponen a este Rajoy de 2017  cumplir la penitencia penitenciaria por los graves pecados cometidos por aquel Rajoy de 2007.

Ni Urkullu, vigilado por ese PNV que apoya a la Generalitat de Puigdemont desde los 35 ayuntamientos que se solidarizan con el soberanismo catalán, ni Rajoy, vigilado por Aznar desde la extrema derecha situada en el interior del PP, pueden retroceder en Euskadi ni avanzar en el conjunto del estado español. Pero este empate político condena ya al Plan Urkullu, incluso antes de que se ponga en marcha el próximo 8 de abril. Las mismas razones que llevan al PNV a escenificar una rendición honrosa de ETA, llevan al PP a rechazarla e imponer una rendición pura y dura de ETA. Por lo tanto, Ajuria Enea sabe ya que Rajoy les concede todo menos el rosario de la cuerda de presos; por su parte a Rajoy se le hacen los dedos huéspedes contando con los cinco escaños vascos que ha podido comprar sin poder rematar la compra. Sigue hoy teniéndolos, pero ya no son sólidos como ayer.

Es la gran inquietud política del presidente del gobierno. El apoyo del PNV ha pasado a ser líquido, el PSOE se enreda entre los socio liberales de Susana Díaz, los social traidores de Patxi López y los socialdemócratas de Pedro Sánchez; Rivera es una mariposa de muy incierto vuelo. ETA ha venido a desestabilizar todavía más el muy inestable escenario parlamentario del que (de)pende como una soga el cuello político de Rajoy. Pese a ese común denominador económico que aglutina hoy a la Gran Coalición, se resquebraja in crescendo por las graves contradicciones territoriales y sociales de las tres derechas (madrileña, catalana y vasca) y la abierta lucha de la derecha e izquierda socialista por hacerse con los despachos de Ferraz. Y es que desde una simple visión economicista, que reduce la política a lo económico, se olvida que tan sólo en última instancia la economía determina la política. De ahí que Rajoy,  si lleva a cabo su amenaza electoral, podría gritar, parafraseando a Clinton, ¡Es la política, estúpidos!

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