El desconcierto

El quebradero de cabeza de Sánchez

Abundan tantos comentarios críticos sobre la amenaza de Quim Torra a Pedro Sánchez, en orden a romper la mayoría parlamentaria que le sostiene, como brillan por su ausencia los que se refieren a la presión por poderes que Angela Merkel ejerce sobre el presidente del Gobierno, destinada a obstruir la próxima elaboración de un acuerdo presupuestario del PSOE con Podemos. Sorprenden los que se refieren al President de la Generalitat, dado que querer no es poder; pero sorprenden aún más en la canciller alemana, dado que poder sí es querer. Máxime, cuando la sombra del final de esta legislatura no proviene tanto de Barcelona como de Berlín. No es el desacuerdo sobre el derecho a decidir de Cataluña, que toda la derecha niega , sino el desacuerdo sobre los Presupuestos el principal riesgo al que se enfrenta el Gobierno socialista.

González y Aznar, dos apellidos que coinciden hoy en ahormar la cuestión catalana, recuerdan bien que las dos fuerzas bipartidistas no están dispuestas a ir más lejos de las buenas intenciones de Pedro Sánchez, e incluso sugieren que sería muy conveniente ir hacia atrás, retroceder del estado autonómico al federal,  una propuesta que es, evidentemente, rechazada igualmente por los vascos como por los catalanes. El problema es que si no es posible hacer literatura con buenas intenciones, como diría André Gide, mucho menos cabe hacer literatura con la política. Después de un trimestre en la Moncloa, Sánchez empieza ya a comprenderlo, si es que no lo entendió cuando llegó. Le toca, además, apechugar con la herencia recibida como consecuencia del discurso del 3 de octubre del Borbón, que ahora nos acabamos de enterar que el anterior presidente del Gobierno, Rajoy, aconsejó al monarca no pronunciarlo.

No es la teórica soberanía catalana la que puede obligar a Pedro Sánchez a adelantar unas elecciones que no desea adelantar; es la práctica soberanía alemana, mal recubierta con la bandera de una Europa  alemana en vez de una Alemania europea, la que puede hoy complicar el calendario a la Moncloa. A unos escasos diez días del 15 de octubre, fecha límite impuesta por los prusianos para presentar en Bruselas las líneas generales de su Presupuesto, no paran ahora de escucharse recomendaciones al PSOE acerca de la necesidad, eso dicen, de "no disparar el gasto social en España", pese a que se sitúa diez puntos por abajo de toda la media europea. Bancos como el Santander o el BBVA, organismos como el FMI o el BCE, advierten ahora sobre unas consecuencias lesivas, se supone para los intereses de las élites europeas.

Así, cuando todavía no se ha secado la tinta del acuerdo sobre las pensiones ligadas a la subida del IPC, sale la ministra Nadia Calviño añadiendo al texto firmado el factor de sostenibilidad que, como la experiencia demuestra, las hará bajar. Por supuesto, otra ministra, Valerio, se atiene a lo rubricado. En resumen, a muy pocos fechas de la reactualización del Pacto de Toledo, los nueve millones de pensionistas no saben que va a hacer el Gobierno de Sánchez, atenazado por el síndrome de Penélope: lo que teje un ministerio lo desteje otro. Ya no son sólo las lógicas discrepancias técnicas del de Hacienda con otros departamentos, como vende la factoría Iván Redondo, sino una propuesta clara de incumplir lo acordado, que parece olvidar que el llamado factor de sostenibilidad es hoy el más insostenible de los escenarios parlamentarios posibles para Sánchez.

Luego, menos raca raca catalán, que no es otra cosa que una cortina de humo que oculta las intensas presiones para que Pedro Sánchez imite la genuflexión que Zapatero hiciera con Angela Merkel, optando definitivamente por la prórroga de los presupuestos de Rajoy para no abordar los presupuestos sociales que demanda la mayoría de la sociedad española. Pese a que el euroilusionismo se bate en retirada por todo el viejo continente al igual que frau Merkel, quien tras sembrar vientos prusianos por todo el Sur y el Este de Europa los recoge hoy como tempestades en Italia. Berlín aprieta de lo lindo en Moncloa para que el PSOE vuelva a suicidarse en las urnas obedeciendo a Berlín, como ya se suicidó el viejo PSOE de Zapatero y Rubalcaba. Y que, esa es la alternativa real que buscan, opte por convocar elecciones con la percha catalana.

No está en juego España versus Cataluña, un dilema interesado por los que manipulan la cuestión nacional con fines involucionistas, sino un gobierno progresista con un sólido presupuesto social, o un gobierno de transición hacia unas urnas legislativas que puedan proporcionar nuevas combinaciones parlamentarias muy distintas, por no decir que antagónicas, de la actual mayoría que sostiene hoy el gobierno Sánchez. O sea, en la que sobren fuerzas como Podemos, garantía de una política progresista, o las del grupo vasco-catalán, garantía de una España plural. El grave problema que tienen que afrontar los españoles no reside en la reivindicación de la soberanía de Cataluña o Euskadi sobre la política de España, sino en la drástica imposición de la soberanía de Alemania sobre la economía de España. Este es el quebradero de cabeza de Pedro Sánchez: ¿ cómo contentar a Angela Merkel sin disgustar a Pablo Iglesias ?

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