Fuego amigo

La elegancia, el destape, el buen gusto y la zafiedad

A punto del hartazgo, había decidido abandonar durante unas horas la droga dura de la actualidad nacional, o más bien la guerra mediática en torno a ella; así que me sumergí en el siempre relajante blog de mi vecina Chapi Escarlata, un pendón verbenero siempre refrescante, a la que acudo para relajarme antes de ir a la cama, como mis últimas oraciones del día. Se hacía eco Chapi del penúltimo episodio de la España Negra (el último había sido la resolución del pleno de la Sala de lo Penal sobre De Juana Chaos) que cuenta cómo una asociación de las llamadas cívicas, conocida como Playas Familiares, ha formado una plataforma reivindicativa para exigir más limpieza, física y moral, en las playas alicantinas.

Exigen unas playas libres de jeringuillas, preservativos, colillas, envases varios, dodotis y toda esa basura que suele tener asiento en nuestras sucias arenas y que tan mal habla de nuestra educación colectiva. Nada que objetar. Me apunto a la higiene. Pero Playas Familiares va más allá, pretende también una especie de limpieza moral, de lo que ciertos sectores de la sociedad entienden como moral, y, en consecuencia, acotar tramos de playas donde las mujeres que hagan topless o quienes usen tanga no puedan entrar ni siquiera a tomar el sol. Hay que defender a los niños (siempre los niños como coartada de sus obsesiones) de la visión pecaminosa de cuerpos desnudos.

Nuevamente la Familia como concepto moral, como reducto a defender no sólo del matrimonio gay sino de la exhibición de tetas y culos, cuya contemplación, como sabéis, lleva directamente al vicio solitario y por ende a la condenación eterna de los niños desconcertados ante tentaciones tan apetitosas. De lo niños, por cierto, que lo primero que ven en su vida es precisamente un par de tetas nutricias. Cómo será el ideario moral de esta asociación que, según su presidenta, María Isabel Martínez Aznar (¿he dicho Aznar?), pretenden "demostrar que es preferible lo mejor a lo peor, lo cuidado a lo descuidado, la elegancia al destape, el buen gusto a la zafiedad", una forma elegante, la suya, de llamar zafias a los millones de mujeres que durante el verano toman el sol en topless, por no hablar de la poca elegancia del tanga, con cuya visión desagradable nos torturan año tras año en los carnavales de Río de Janeiro. A mí es que me dan asco esos espléndidos, tersos y sugerentes culos de ensueño de las cariocas cuando danzan al son de la samba.

Y cuando me estaba preguntando acerca del apellido de la señora presidenta, de si sería de los Aznar de Georgetown o de Pensilvania, me llama un amigo para preguntarme qué me habían parecido las nuevas declaraciones del Aznar auténtico, nuestro campeón de la moral y la ética. No tenía ni idea de que hubiera hecho otra entrega de sus obras completas de la ignominia. Así que abandoné precipitadamente a Chapi con una sonrisa en los labios que se me congeló de inmediato al leer las últimas deposiciones del patriota insufrible. Jugando desleal y peligrosamente con palabras que las carga el diablo, y tras acusar al gobierno de querer mantener con las otras formaciones políticas nacionalistas un pacto de mínimos "a prueba de bombas", remató su vileza con esta manoletina: "Sólo es cuestión de dosis y de tiempo que lo que hoy es un crimen pase a ser considerado como un mero accidente".

Bombas y accidentes... y la otra Aznar, pobre mujer, pensando que la zafiedad es cuestión de tetas y culos. Como suele ocurrir con la derecha, tan propensa a confundir el culo con las témporas.

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