Fuego amigo

Hay que morirse más, y más deprisa

 

Media humanidad parece vivir en contra de la otra media. Si una de ellas pide ciudades más confortables, con calles peatonales por donde pasear sin peligro, la otra media, en la que viven los comerciantes, teme su ruina. Si el ministerio de Sanidad se empeña en preservar la salud de los no fumadores, los dueños de los bares/fumaderos predicen un cataclismo para el sector: más sanos, sí, pero más pobres. Si nos convertimos en ahorradores, los fabricantes y comerciantes se arruinan y el PIB se hunde porque consumimos menos. Si ponemos el límite de velocidad en 110, las aseguradoras lo aplauden, las gasolineras lo repudian, los ecologistas se alegran, el PP se monda de risa...

El humo ciega nuestros ojos. En febrero, la venta de coches ha descendido en un 27%, con respecto al mismo mes de 2010, y los fabricantes lo han achacado ¿a la crisis?, ¿al ahorro? No. El culpable es Zapatero, y lo que ellos llaman la "autofobia" del gobierno (fobia al auto, no que el gobierno se odie a sí mismo), reflejada en su política de "poner al automóvil como culpable de algunos males de la sociedad -medio ambiente, contaminación en las ciudades, limitación de la velocidad en carreteras-". Es decir, que la pervivencia de la industria del automóvil y de miles y miles de puestos de trabajo depende de la resistencia de nuestro planeta (un flojo de mierda, por lo que se ve) a dejarse contaminar.

Los expertos en prospectiva predicen que el mantenimiento de nuestra forma de vida en el primer mundo derrochador, y la pervivencia de las estructuras económicas y de consumo actuales nos llevan a la Catástrofe Maltusiana sin remedio. O cambiamos la forma de exprimir los recursos, o el planeta se encarga de cambiarnos a nosotros.

Y sin embargo, en esta lucha de intereses de media humanidad contra la otra, que no nos extrañe ver cualquier día de estos a los empresarios y trabajadores de las funerarias en manifestación, quejándose del aumento de la esperanza de vida que amenaza directamente a su modelo de negocio, y de la actitud criminal del ministerio de Sanidad en su empeño por velar por nuestra salud.

Siempre ha sido así, la desgracia de unos es el beneficio de otros.

 

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