Fuego amigo

Perro no come perro

El Papa no pretendía "ofender la sensibilidad de los musulmanes", según reza una nota de la oficina de prensa del Vaticano (en el caso del Vaticano, hasta las notas rezan). A Benedicto XVI y a la curia que le rodea no le importa ofender a diario la sensibilidad de los agnósticos y ateos, ofender a los científicos e investigadores de la ciencia biomédica, pero, ¡por dios! (¿por Dios, quizá?), de ninguna manera pretendía malmeter con los compañeros de negocio de otras religiones. Perro no come perro, dice el aforismo castellano.
Cierto es que andan poco finos en el Vaticano en estos últimos tiempos, después del difícil entramado diplomático que habían puesto en pie durante el siglo pasado. Ya Juan Pablo II tuvo que pedir perdón a los budistas por haber asegurado en un día tonto que los seguidores de Buda en realidad no profesaban una religión. Y ahora, esta metedura de pata diplomática haciendo ver al mundo la verdad más cruda: que el Islam es una religión de muerte, ¡como las tres religiones del Libro, como las tres religiones monoteístas!
Quien se haya molestado en leer el Corán habrá comprobado en decenas de suras que el escritor del libro exige extender su religión a sangre y fuego si es preciso, con desconsideraciones continuas sobre la moralidad y el derecho a vivir por parte de los infieles. Claro que el permiso, o el mandato, para eliminar físicamente al infiel no es privativo del Islam: los cristianos justificaron la salvajada de las cruzadas bajo el lema papal de Dios lo quiere, y sus hordas asesinaron y violaron a cuanto encontraron a su paso camino de Jerusalén. Y de la religión judía, en su versión más fundamentalista, la que se sienta en el consejo de ministros israelí, tenéis sobradas muestras que todavía colean hoy en Líbano y Gaza.

La pulsión de muerte de las religiones monoteístas las mantiene presas en una difícil convivencia, porque la verdad revelada no admite muchas componendas y tolerancia: el odio que encierran sus libros difícilmente es acomodable a los Derechos Humanos y a la idea que tenemos hoy de justicia e igualdad. Por eso me ha extrañado este tropiezo papal, en momentos históricos tan delicados, con un Islam que se debate entre la propagación de un terrorismo puro y el aggiornamento para hacerlo más simpático a los ojos de lo que se ha dado en llamar la civilización occidental.
Porque el negocio es el negocio. Se trata de vender dios a través de una fe ciega. Y enzarzarse en qué dios es más verdadero, cual de los tres es el auténtico, me parece una estrategia estúpida e inoportuna. Deberían tomar ejemplo de las tabaqueras, el otro gran negocio a nivel planetario de adicción a las drogas. Las tabaqueras se pelean por extender la adicción por todo el orbe, por multiplicar los creyentes adictos a la nicotina, pero jamás veréis el espectáculo bochornoso de Reynolds American Inc., el gigante norteamericano, acusando a Altadis de que sus cigarrillos no contienen verdadera nicotina o saben a muerte. Lo importante es que el mecanismo de la fe funcione, que los adictos a la nicotina y a los dioses sean cada día más numerosos. Ya se pelearán luego cada uno de los fabricantes, sean de dioses o de cigarrillos, por su cuota de mercado.
El Papa ha roto las reglas del juego, por falta de finura diplomática. Y ahora le está cayendo una bronca monumental. Él sabe por experiencia que no se puede ir por la vida con la verdad por delante. No debe ir tirando piedras contra el tejado propio contando al primero que pasa por delante que dios es un engendro humano vengativo, injusto y guerrero. Que en realidad no existe ningún dios.

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