Fuego amigo

El milagro de los parados y los peces

 

La encuesta de la EPA, en la que casi se rozaban los cinco millones de parados, era para el PP mejor noticia que para Obama la muerte de Osama Bin Laden. La vida en la selva es así de dura. Para que los carroñeros subsistan debe haber suficiente abundancia de presas. Llevaba varios días Mariano Rajoy haciendo la pesada digestión del último atracón de parados, única aportación en sus mítines electorales, allá por donde va en su particular campaña de unas elecciones generales que no tocan hasta dentro de un año, cuando se entera de que en abril le han birlado más de 64.000 parados. ¿Un milagro a estas alturas? ¿Ya está Juan Pablo II jodiendo la marrana?

 

El milagro lo habían obrado el buen clima y la Semana Santa. La bajada del paro en abril, o mayo o junio sucede a pesar de los esfuerzos de los malvados socialistas por dejar a media España sin empleo, como un fenómeno meteorológico cíclico, "igual que los días son más largos, las temperaturas más altas y el sol brilla más", como llegó a decir Sáenz de Santamaría.

 

En el PP, como solo creen en los milagros, dudan de la santidad de Zapatero. "El milagro soy yo", decía el insufrible Aznar, y medio mundo se reía de él, injustamente, pues era obvio que solo un milagro podía haber aupado a la presidencia del gobierno a un ser de tan escasa estatura política. El PP, como el Vaticano en el caso del beato Juan Pablo II, no necesita explicar sus milagros, aunque sean tan sospechosos como la curación de los temblores de una monjita supuestamente afectada de Parkinson.

 

Pero Zapatero, un descreído, antes conseguiría curar a una monjita con temblores que hacer el milagro de reducir el desempleo. Palabra de Mariano.

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Meditación para hoy:

 

Otra monja, Teresa de Ávila, antes de ser Santa Teresa, también padecía de ciertos temblores que los ladinos curas le llamaban éxtasis. Las pobres monjitas son tan ignorantes que se las puede engañar con la explicaciones más extravagantes. A la de Ávila los temblores se le pasaban a la vuelta del viaje astral, después de haber gozado de los favores de su amado esposo celestial. ¡A ver si resulta que este Juan Pablo le está poniendo los cuernos al jefe! Pronto empezamos.

 

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