Fuego amigo

Ahora hay que sentar a Lamela en el banquillo

Cuando ayer oí por la radio que la Audiencia de Madrid archivaba el caso de las sedaciones del hospital madrileño de Leganés sentí la misma alegría que si me hubiesen levantado a mí la condena. Porque las famosas "sedaciones masivas con resultado de muerte", como las calificó el entonces consejero de Sanidad Manuel Lamela, constituían una acusación de cuatrocientas eutanasias activas, que en términos jurídicos (hoy por hoy, y espero que el PSOE le ponga remedio en la próxima legislatura) significan cuatrocientos asesinatos.

 

La tribu de los devoradores de hostias (entre kikos, legionarios de Cristo y numerarios y supernumerarios de san Josemari ya he perdido la cuenta) que ha hecho campamento en los aledaños del Partido Popular ha recibido un nuevo varapalo en su campaña incansable de convertir en delito todo lo que ellos y sus tres dioses consideran pecado. Ellos elaboraron con un compinche una denuncia falsa, amparada en el anonimato (una forma tan cobarde de poner en marcha la justicia que ya presupone la injusticia misma), y destruyeron así el puesto de trabajo y el prestigio de decenas de médicos y de todo un hospital, además de quebrar la confianza de la sociedad en un servicio esencial como la sanidad.

 

Pero, claro, eso para quienes desean desprestigiar lo público con el fin de enriquecer al sector privado no es ningún inconveniente, es considerado un mero efecto colateral de la campaña de bombardeo indiscriminado contra el Maligno para salvar nuestras almas. 

 

A Lamela, hoy consejero de Transportes de la Comunidad de Madrid, no se le ha oído ayer ni una disculpa. Y cuando se le preguntó a Esperanza Aguirre qué medidas pensaba tomar para devolver la reputación a Montes y su equipo, contestó con un lacónico "se hará lo que corresponda y lo que se tenga que hacer". Pero no os hagáis ilusiones. En el lenguaje político eso significa que hay que invertir en misas una partida extraordinaria para que la virgen de la Almudena no lo tenga en cuenta en el recuento de votos o cualquier otra cosa. Pero de ninguna manera pedirnos perdón a todos, como reclaman los médicos injuriados, y ni mucho menos destituir al consejero meapilas.

 

¿Y Rajoy? Un día dijo, para justificar el acoso a los médicos, que "Lamela no es ese tipo de persona que toma decisiones sin conocimiento de causa". Yo no quiero quitarle la razón al líder. Por lo tanto, si tenía "conocimiento de causa" de que, como ha sentenciado la Audiencia, todo era un montaje falso, ¿va a tomar la decisión de expulsarlo de ese partido que hace gala de decir siempre la verdad, incluso cuando miente, que es casi siempre?

 

Como ha dicho el doctor Montes, al que el fascismo confesional de los secuaces de Esperanza Aguirre llamó Doctor Muerte, comparándolo con el nazi Josef Mengele, "la mayor agresión que ha recibido la sanidad pública" no puede quedar impune. Manuel Lamela, el lacayo de esas sotanas que mueven los hilos en las bambalinas, que consideran un gran pecado de orgullo que la medicina compasiva pueda desbaratar el papel de ese dios cruel que decide el día y la hora de nuestra muerte, a su antojo, mientras se complace en torturar enfermos terminales, ese lacayo de las sotanas, digo, deberá sentarse ahora ante los tribunales. 

 

Mientras, levanto mi copa para celebrar el triunfo del doctor Montes y su equipo. Y la levanto también para que todos veamos el místico rostro del talibán iluminado, hoy muerto de vergüenza, dando cuentas ante un juez por colaborar en un delito de denuncia falsa. Y que venga su dios a salvarlo. Por vuestra salud.

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Meditación para hoy: Cuando Mariano Rajoy decidió prescindir de Ruiz Gallardón en su lista para el Congreso, obligado por las amenazas de Esperanza Aguirre, lo justificó diciendo que hacía lo mejor para su partido. Es lo que siempre dice un buen padre, que otra cosa no es un líder como Mariano: lo hace por nuestro bien. Yo recuerdo que el mío justificaba algún que otro cachete con un argumento parecido: era por mi bien, aunque sé por mi madre que, luego en la soledad de la alcoba, más de una vez se había arrepentido de tener que utilizar sus manazas inmensas con su amado y frágil hijo, que era yo, por mucho bien que me hiciera la medicina. Las encuestas del diario Público y de la cadena SER, acaban de demostrar que el padre Mariano se pasó en la dosis. Que no era necesario maltratar al hijo, y menos públicamente. La prueba es que más de la mitad de sus militantes cree que ha sido una equivocación. ¿Se irá de casa Ruiz Gallardón, como hice yo un día, para que no sigan pegándole?


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