Otras miradas

España y ‘el furgol’

Marta Nebot

Los jugadores de la selección española de fútbol, durante un entrenamiento en la Ciudad Deportiva en Las Rozas, en la preparación de la Eurocopa. REUTERS/Juan
Los jugadores de la selección española de fútbol, durante un entrenamiento en la Ciudad Deportiva en Las Rozas, en la preparación de la Eurocopa. REUTERS/Juan Medina

Vaya por delante que no me gusta el furgol, como lo llamaba la canción, y que reconozco que no sé casi nada de este deporte pasión de tantos. Pero me considero tan española como cualquiera y, como tal, declaro que no comparto la idea del ministro de Deportes de  vacunar a la selección para ir a la Eurocopa. Hacerlo es retratar a este país como ya no nos merecemos.

El ministro José Manuel Rodríguez Uribes declaró que se hará con estos jugadores "una excepción" porque "nos representan". ¿No nos representan más los líderes de nuestras instituciones elegidos por todos? Me refiero al presidente del Gobierno, a sus ministros, a los presidentes autonómicos, a sus ídems, a los alcaldes, etc. Todos ellos, salvo algún caradura que lo ha pagado, han esperado a que a su franja de edad le tocara y les llegara el mensaje de la seguridad social convocándolos en su centro de vacunación o eso nos han contado. En este país hemos visto hacer cola en el Zendal hasta al rey Felipe VI.

A los grupos de riesgo más obvios, como los enfermos respiratorios, los obesos y los que están en tratamiento de cáncer tampoco se les ha dado preferencia. Supongo que porque era un lío decidir quién tenía más preferencia que otro.

Así que me parece que no es coherente saltarse todo este ejercicio de civismo nacional que nos hemos autoimpuesto disciplinadamente porque nos guste el furgol, aunque sea la mayor de las ilusiones, como también dice la canción.

La única excepción que sí que se ha hecho, a la que ha hecho mención el ministro tratando de equipararla con su propuesta, ha sido con los deportistas olímpicos que van a ir a Tokio. La diferencia abismal es que a ellos les vacunó la semana pasada el COI, el Comité Olímpico Internacional, con vacunas que han salido de su bolsillo. A mí, si el Real Madrid, por poner un ejemplo, se llevara a sus jugadores a Nueva York y les pusiera doble Pfizer brindando con champán en la terraza del Empire State Building, me parecería súper feo, pero no me parecería distinto que los jugadores cobren lo que cobran: puro privilegio de millonarios. Nada nuevo. Lamentablemente, hace tiempo que el que quiere pagarse un viaje con vacuna incluida y puede pagarlo, lo está haciendo.

Además, el COI  ha vacunado a los olímpicos a tiempo. A la selección nacional de fútbol el ministro propone vacunarla a menos de cinco días del primer partido, que se juega el lunes, y resulta que las vacunas no hacen efecto hasta pasados quince días. Vamos, que podrían servirles para octavos de final, si llegan.

Lo único seguro es que, si se vacunan, jugaran el primer partido a pelo (sin inmunizar) y con los efectos secundarios. Eso sí, tendrán excusa en cualquier caso:  si pierden será por eso y si ganan será porque se habrán venido arriba al ver como el Gobierno se traga todo lo dicho y hecho por ellos.

En la Eurocopa, solo van a participar dos equipos con todos sus integrantes vacunados en tiempo y forma:  Italia y Turquía, según la prensa deportiva. En el resto de países, en la mayoría de los casos, se ha dejado elegir a los jugadores y algunos bastantes no han querido ponérsela. ¿Está seguro Uribes de que ningún seleccionado le va a hacer un feo? En Inglaterra ningún jugador se la ha puesto y en Alemania no se plantean ponérselas ahora porque temen a los efectos secundarios.

Fernando Simón, que es el portavoz al que mejor he leído nunca entrelíneas, se mostró  solo seudo a favor de esta excepción–privilegio. Conviene verse sus declaraciones más que leerlas, para entender lo que digo. "Se puede considerar", dijo; "se puede entender", añadió. "¿Lo hubiera propuesto?", se preguntó. "No le puedo decir", se contestó y yo entendí lo que nos estaba diciendo.

Se que el fútbol mueve mucho dinero y muchas emociones. Y también que es importante, hasta para la marca España, que vayamos a la Eurocopa y que, si se puede, la ganemos. Y todo eso lo puedo considerar y lo entiendo.

Pero, igual que Simón, jamás habría propuesto que vacunemos a los jugadores y me parece que hacerlo nos vuelve a retratar como un país de pandereta que hace excepciones por el furgol que no hace por nada ni por nadie.

Si tuviera a alguien cercano con alguna patología de riesgo sin vacunar, si fuera profesora universitaria y no me hubieran considerado como profesión esencial como han hecho con este colectivo como con otros fundamentales, si fuera camionera, cajera de supermercado o tuviera alguna otra tarea de los que de verdad se merecían una excepción y no la han tenido, estaría cabreada.

Pero no escribo esta columna porque me duela alguien concreto, la escribo porque me duele que nos bajemos del listón ético que nos habíamos dado. Mantenerlo debe ser más orgullo de país que (perdónenme el tópico) once tíos corriendo detrás de un balón por mucho que vistan los colores de la bandera. Y, encima, ministro, según dicen los que saben, lo mismo los vacuna y juegan peor.

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