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El tiempo entre facturas

Encerrados con un solo juguete, apalancados frente al televisor, millones de ciudadanos tratan de capear el temporal y apenas miran por la ventana para ver si escampa, y la ventana les muestra el reflejo de las calles vacías y en los edificios de enfrente las luces parpadeantes de los televisores. El tiempo entre costuras es un manual ilustrado de corte y confección, alta costura y confección esmerada para un folletín de lujo, un desfile de modelos por la exótica pasarela de Tetuán, una historia de amor y manualidades, de intrigas y superación. A los espectadores y sobre todo a las espectadoras les engancha este culebrón histórico, las aventuras y desventuras de su hacendosa y abnegada protagonista alivian el angustioso compás de espera de un tiempo entre facturas.

En la tele preguntan a una dama de mediana edad sobre el dilema monarquía república y ella contesta a bote pronto: "Lo que sea más barato". El sentido común, que es el menos común de los sentidos porque cada uno tenemos el nuestro, nos lleva a este tipo de respuestas. Déjense de monsergas y de mandangas lo que queremos es que nos den de comer y que no nos agobien. Los guiños optimistas de nuestros gobernantes que anuncian el inicio de nuestra asombrosa recuperación contrastan cruelmente con el pan o el hambre de cada día, con el paisaje cotidiano de la desolación. Si hay brotes verdes se los volverán a comer los banqueros.

En Un país para comérselo Ana Duato se come lo que dejaron Arias y Echanove en su etapa anterior mientras en los hogares se reparten bocadillos de chopped y mortadela. Este es un país para vendérselo, muchos artesanos elaboradores de quesos y de mieles, de embutidos y tartas caseras estarían dispuestos a vender su alma y sus patentes a las grandes multinacionales de la alimentación pero la industrialización no cambiará la imagen de sus productos y ellos tal vez tengan la oportunidad de salir en los anuncios de la tele, fingiendo su papel de artesanos comprometidos con la calidad, serán inquilinos de Casa Tarradellas repartiéndose en familia mal avenida su longaniza o posarán en una campiña imposible con vaquitas seleccionadas en un casting.

Entre costuras y remates, pespuntes y dobladillos entreveo un capítulo de Bones y las imágenes de vísceras purulentas, ojos explotados, músculos desgarrados y huesos machacados se mezclan con las delicias gastronómicas que presenta la Duato. La cocina caníbal es el siguiente paso de la  gastronomía: Comeos los unos a los otros con las recetas de Masterchef. Los cocineros también lloran y el público lo agradece porque a quien no les sale mal alguna vez una simple tortilla de patatas, lo malo es que ese día estén presentes las cámaras y el ogro Chicote te de la brasa delante de millones de espectadores, eso es lo que valora la audiencia que acumula sus peores instintos ante el aparato. Quieren que los concursantes sufran, no les importan mucho los premios y los homenajes quieren chivos expiatorios para traspasarles simbólicamente sus males y sus problemas.

En la TDT y en los canales de pago también prevalece el desprecio total hacia los creadores y los espectadores. Las imágenes aparecen muchas veces con el tamaño de un sello de correos enmarcadas en publicidades y promociones diversas. Nada se respeta, en el momento álgido de tu serie favorita, una cuarta parte de la pantalla estará ocupada por el anuncio de otro fabuloso programa y en la parte inferior irán apareciendo tiras con ofertas publicitarias y avances de programación. Prueben a ver un film con subtítulos y comprobarán como los diálogos más interesantes aparecen a veces tapados por estos mensajes. Ni siquiera la televisión nacional sirve de refugio ante la adversidad, autopromociones, patrocinios, campañas solidarias o puramente comerciales se multiplican con impunidad y alevosía.

Definitivamente los lunes no son el mejor día para ver la televisión y mucho menos para escribir sobre ella, por muchas promesas que nos hagan sobre grandes estrenos y reportajes exclusivos, La semana  empieza a pesar, las noches son cada vez más largas y los lunes sin sol tan sombríos como un eterno Noviembre.

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