El óxido

La hipótesis Grexit

En los principales mentideros políticos de Europa empieza a cobrar fuerza la hipótesis de la salida de Grecia del euro. Lo que hasta hace poco era un argumento de economistas apocalípticos reconvertidos en futurólogos hoy esta en boca de los principales líderes europeos. Los resultados de las elecciones griegas dibujan un panorama de inestabilidad política y de empate técnico entre quienes apoyan el plan de rescate de la UE y quienes no lo hacen. Grecia tiene un pie fuera del euro y tal es así que ya se ha inventado una palabra para definir su salida de la eurozona: Grexit.

Una hipotética salida de Grecia del euro podría tener, según todos los economistas, consecuencias devastadoras para la economía europea. Países como España e Italia correrían un grave riesgo de contagio y podríamos vernos en una situación aun más crítica que la actual con dos Estados europeos cuyo rescate sería sencillamente imposible para la Unión Europea. Hay quien dice que la economía comunitaria no resistiría ese tipo de escenario y caminaría a su autodestrucción.

Pero más allá del tsunami económico que podría desatarse con la salida de Grecia de la eurozona, las consecuencias políticas podrían ser también muy graves. En primer lugar porque todo indica que la salida del euro del país heleno supondría automáticamente su expulsión de la Unión Europea. Sería el tiro de gracia que le faltaba a un proceso de construcción europea que la crisis, con la aquiescencia de Angela Merkel, ha dinamitado.

La "hipótesis Grexit" dañaría el alma política de la Unión Europea de manera irreversible. La salida de cualquier Estado del marco comunitario sería grave pero en el caso de Grecia se suma su significación como cuna de la cultura mediterránea y de la civilización occidental. Se trata de un país netamente europeo cuyas relaciones con Turquía son además importantes desde el punto de vista geoestratégico. Perder Grecia para la Unión Europea es perder una parte muy significativa, quizás la que más, de la cultura del viejo continente.

Pero además la salida de Grecia del euro supondría de algún modo asumir que la construcción europea es un camino de ida y vuelta, de donde se puede salir no por una decisión política o por la voluntad popular sino por una coyuntura económica ajena a los ciudadanos. No parece muy razonable que hace unos años los europeos estuviéramos votando una fallida Constitución Europea, con todo lo que ello supone para la construcción política, y hoy estemos hablando de buscar la salida de Grecia del euro y de la Unión Europea por sus graves problemas de deuda.

¿Sería siquiera imaginable una salida de Illinois de los Estados Unidos por sus problemas económicos? ¿La Comunidad Valenciana podría dejar España por sus problemas de déficit? Evidentemente la Unión Europea no es un Estado-nación ni pretende serlo. Pero unas instituciones europeas cuyas fronteras están determinadas por la economía y no por la política parecen avanzar muy poco en la construcción de una verdadera Unión Europea con la que los ciudadanos nos podamos identificar. No puede ser que los mercados dicten también donde empieza y donde acaba Europa.

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