A ojo

La encrucijada

En Colombia no se dará la segunda reelección del presidente Álvaro Uribe, que lo tenía a él, en sus propias palabras, "en una encrucijada del alma". Así lo decidió hace ocho días la Corte Constitucional, que encontró que los trámites del referendo por el cual debía modificarse la Constitución para permitir dicha segunda reelección tenían demasiados vicios inconstitucionales. El presidente acató la decisión, y no presentará de nuevo su candidatura.
Quedó zanjada así, por fallo judicial, la más reciente de las bizantinas controversias jurídicas en que los colombianos llevan enzarzados 500 años: desde que vino a conquistar estas tierras un jurista granadino que se pasó el resto de su vida litigando ante la Corona española para que le fueran reconocidos sus derechos legales, sin lograrlo. Y tras el fallo, vuelven los colombianos a su otro estado natural, que es el de las campañas electorales: un estado del que la reelección prácticamente automática de Uribe había estado a punto de sacarlos, y en el cual llevan sumidos sin interrupción 200 años: desde que unos juristas y políticos criollos proclamaron la independencia de estas tierras en 1810.

Sin contar las campañas para el Congreso –más de 3.000 aspirantes para menos de 300 escaños en la Cámara y el Senado–, las presidenciales plantean ya una encrucijada mucho más compleja que la que atormentaba el alma del presidente Uribe. Prácticamente un nudo ciego. Hay, por una parte, los candidatos uribistas pro-reeleccionistas (es decir, hasta hace una semana partidarios de la reelección de Uribe), que son dos; y los candidatos uribistas anti-reeleccionistas, que son otros dos. Hay un quinto candidato que se define a sí mismo como "ni uribista ni anti-uribista". Y por otra parte hay dos más que se presentan como claramente anti-uribistas, o por lo menos post-uribistas. Y hay finalmente un candidato del cual no se sabe en absoluto qué es, y ni siquiera quién es. Un desconocido (no se ha visto de él en los periódicos más que una sola fotografía) que se presenta en nombre de un movimiento del cual nadie había oído nunca hablar (La Voz de la Consciencia, con s) y registró oficialmente su candidatura con el respaldo de más de un millón de firmas de ciudadanos; firmas reconocidas como auténticas por la Registraduría, pero misteriosamente recogidas en una campaña relámpago de la cual no se percató nadie ni nadie sabe por quién fue financiada.
Ante tantos candidatos, se espera una descomunal abstención electoral.

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