A ojo

La paranoia

Cada día con mayor énfasis, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, denuncia que existe en su contra un complot imperialista del cual forman parte el Gobierno de la vecina Colombia, las bases militares que este les ha prestado a los norteamericanos y la Audiencia Nacional de España, uno de cuyos jueces acusa a Chávez de apoyar a ETA y a las FARC. A lo cual le replican tachándolo de paranoico.
Lo es, probablemente: la paranoia suele ser buena informante. Lo que quiere el Imperio norteamericano es aislar a Hugo Chávez? y, si es posible, eliminarlo, o al menos reducirlo a la impotencia. Y, con la ayuda de él mismo, lo está logrando: porque la paranoia suele ser mala consejera.
Y es esa paranoia la que ha llevado a Chávez a gobernar Venezuela de manera cada día más arbitraria: cerrando noticieros de televisión, deteniendo por corruptos –que a lo mejor lo son– a sus críticos, expropiando a la topa tolondra fincas, bancos, cementeras, mercados de fruta, casas de cambio, tiendas de electrodomésticos. El otro día hizo, ante la televisión, como suele, un ejercicio exhibicionista de expropiaciones digno de la caprichosa Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas:
–¿Y en ese edificio quién vive? ¡Exprópiese! ¿Y en aquel otro qué negocios hay? ¡Exprópiese!

Así fueron expropiados uno tras otro, en vivo y en directo, todos los edificios del centro histórico de Caracas, en la Plaza de Bolívar. Alguien se atrevió a contarle luego al presidente Chávez que todos eran propiedad de la Universidad pública: el Estado se estaba expropiando a sí mismo.
Eso es, en efecto, lo que está sucediendo en Venezuela: el Estado se está expropiando a sí mismo, desde los museos hasta el petróleo. Y los resultados son catastróficos. Crisis económica y financiera, crisis energética, inflación, desaforada corrupción, fuga de capitales, desempleo, la inseguridad ciudadana más alta del continente. Muchos de sus leales de la primera hora lo están abandonando. Hasta en las encuestas populares, fieles desde hace diez años, está bajando su respaldo. Y ya sólo le queda el de tres o cuatro personajes de Hollywood: el actor Sean Penn, el director Oliver Stone, y el de la bella modelo Naomi Campbell.
Y el de Dios. Acaba de anunciar Chávez, por la televisión, que Dios tiene que ser "bolivariano" (o sea, chavista) por la sencilla razón de que no puede ser "escuálido" (que es como Chávez llama a los antichavistas).
La paranoia es una gran inspiradora de palabras.

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