A ojo

Más paranoias

Escribí aquí el domingo pasado que al presidente venezolano, Hugo Chávez, cuando denuncia el acoso a que está sometido por Estados Unidos y sus aliados, lo acusan de paranoico. Y comenté que la paranoia suele ser buena informante porque, en efecto, el imperio quiere aislar a Chávez, y si es posible eliminarlo, o al menos reducirlo a la impotencia.
Me retracto de lo dicho: la paranoia es mala informante, y así me lo demuestra la de algunos lectores.
Uno me conmina a demostrar clínicamente la de Chávez. Y la absurda exigencia me hace recordar que una vez, hace años, tuve que retractarme ante un juez por no poder probar científicamente mi afirmación de que "los dentistas no tienen corazón". Otros me acusan de seguir el sonsonete de la derecha venezolana y de "pensar como un escuálido cualquiera" porque entendieron al revés: creyeron que yo negaba el acoso a Chávez. Su propia paranoia no les permite aceptar que se diga que el propio Chávez está ayudando al imperio con su manera arbitraria y en muchos aspectos catastrófica de gobernar a Venezuela. Tanto el acoso imperial como la arbitrariedad chavista son evidentes para quien no esté cegado por el chavismo ni por el antichavismo, que son dos modos de ceguera idénticos, aunque sean opuestos.

Para decirlo en corto, el imperio se está comportando frente a Chávez como se ha comportado siempre frente a los gobernantes díscolos de América Latina: a las patadas. Y Chávez, por su parte, se está comportando como se han comportado siempre los caudillos latinoamericanos emborrachados de poder, los "hombres de a caballo": a zurriagazos. Y está decidido a quedarse en el poder para siempre, tal como quisieron hacerlo la mayor parte de sus predecesores, desde José Antonio Páez hasta Carlos Andrés Pérez. Tal como quiso hacerlo también su vecino el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, hasta que, hace 15 días, la Corte Constitucional le paró los pies declarando inconstitucional su tentativa de hacerse reelegir para un tercer período.
Del futuro de Chávez no sé. En cuanto a su vecino Uribe, no estoy del todo seguro de que el tatequieto de la Corte sea definitivo. Porque, en vista del caos registrado en el ritual electoral parlamentario que se acaba de celebrar en Colombia, ya su Gobierno anunció que "no existen garantías" para las elecciones presidenciales del mes de mayo que viene.
Pero no quiero que me ciegue mi propia paranoia antiuribista.

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