A ojo

El tedio

En su vejez, Jorge Luis Borges se afilió al Partido Conservador Argentino. A algún entrevistador que manifestó cierta sorpresa le explicó que no lo hacía por convicción política, sino por todo lo contrario: porque estaba persuadido de que el Partido Conservador Argentino no podía despertar el entusiasmo de nadie. Y Borges desconfiaba del entusiasmo y de los entusiastas. Su afiliación era una declaración de principios, breve y sutil como un ensayito de Borges.
Es por eso que ante los buenos resultados de los conservadores en las elecciones británicas experimenta uno un vago asombro: parece algo contra natura. ¿Por qué hay gente que vota por los conservadores? Se entiende que tengan candidatos: que quieran gobernar. Es humano. Pero ¿de dónde sacan votantes? ¿Cómo es posible que haya gente que quiera ser gobernada por los conservadores? Ni siquiera Borges entendería semejante cosa.

Porque es natural –es humano– que los partidos extremistas de izquierda o de derecha tengan no sólo votantes sino militantes entusiastas: apelan a los bajos instintos, a las malas pasiones, al odio, al rencor, al miedo, a la retórica marcial, al fanatismo religioso. Todo eso mueve multitudes. Es también natural, por razones más prosaicas, que tenga votantes el laborismo, porque ha probado su eficacia para mejorar la vida de la gente en cosas cotidianas y prácticas: salud, educación, bienestar. Los votantes liberales se explican en buena medida por razones ideológicas y de añoranza histórica. Pero ¿los conservadores? ¿Y, por añadidura, unos conservadores tan deslavazados como se han vuelto los de ahora con Cameron? Es comprensible que los apoyen los ricos, por supuesto, porque a ellos les garantizan beneficios y privilegios. Sin embargo los ricos, por definición, son una minoría: para ganar elecciones cuentan con su dinero, no con sus votos. Bien contados, los ricos que hay en Reino Unido no deben de ser mucho más numerosos que los candidatos tories al Parlamento. Y es evidente que eso no da para ganar unas elecciones.
Si la política estuviera gobernada por el sentido común, los laboristas británicos deberían ganar todas las elecciones y permanecer en el Gobierno para toda la vida. Aunque lo hagan mal, lo hacen mejor que los otros. Y así lo han demostrado.
Lo único que explica que tanta gente haya votado por los conservadores es que el sentido común se parece demasiado al tedio.

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