A ojo

El uribato

Por alguna misteriosa miopía, al presidente de Colombia Álvaro Uribe la prensa democrática internacional no le critica lo que sí le reprocha a su vecino, el presidente de Venezuela Hugo Chávez: la voluntad de quedarse para siempre en el poder. Ya va por su segundo cuatrienio, pues hace dos años hizo reformar la Constitución para lograr su primera reelección. Y esta semana hizo aprobar a las patadas por el Congreso la convocatoria a un referendo popular que reforme de nuevo la Carta y lo lleve a la presidencia por tercera vez para el período 2010-2014, completando así doce años. Y no quedó muy claro, pues la redacción del texto referendario es ambigua respecto a si se abrió o no de pasada la posibilidad de que repita nuevamente en el 14, hasta el 18, redondeando dieciseis años ininterrumpidos en el cargo.
Esa misma ambigüedad del texto aprobado hace que también se juegue con la posibilidad de que Uribe no pueda volver a ser reelegido sino a partir del año 14. Y en el intervalo se retire (a un ministerio, como por ejemplo el de Defensa o el de Interior) dejando en su lugar a un títere que le guarde caliente la poltrona presidencial, con lo cual él podría volver a ocuparla nuevamente por otras dos veces consecutivas: es decir, hasta 2022.

Se trata de una estratagema "a la Putin", con su presidente fantoche Medvedev en Rusia. La utilizaron exitosamente durante muchos decenios de elecciones y reelecciones "democráticas" los dictadores de la mitología novelesca latinoamericana: el "Tirano" de Valle Inclán, el "Señor Presidente" de Asturias, el "Supremo" de Roa Bastos, el "Patriarca" de García Márquez. O sea, en la realidad, sus modelos de carne y hueso: el Porfirio Díaz del largo porfiriato mexicano, el Trujillo del interminable trujillato dominicano, o los sucesivos Somozas del hereditario somozato nicaragüense.
Pero el presidente Uribe tiene un problema para escoger a su posible sustituto provisional: que en Colombia no confía en ningún uribista ni siquiera él.

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