A ojo

Alejandro Magno

El presidente Bush aumenta las tropas de intervención norteamericanas en Afganistán hasta treinta mil hombres. Los mismos que, en el momento del inicio de su propia debacle, tuvieron los soviéticos. Supongo que es hora de volver a recordar el dato histórico habitual: en el curso de los últimos dos mil quinientos años no ha logrado ocupar Afganistán ni siquiera Alejandro Magno.
En los debates televisados de la campaña electoral, Barack Obama decía que sacaría a Bin Laden de sus cuevas de las montañas de Afganistán. Pero es de ellas de donde no lo han podido sacar en ocho años ni a él, ni a su protector el tuerto jeque Omar de los talibanes, ni a los protectores de su protector, que son –como se ha dicho siempre– los servicios secretos del vecino Pakistán, los cuales, a su vez, son los protegidos de los servicios secretos norteamericanos. Lo que hay allá no es un círculo vicioso, sino un verdadero nudo ciego de círculos viciosos que se alimentan de devorarse los unos a los otros: literalmente, un nido de víboras, el cual se nutre a su vez, en su conjunto, del tráfico de heroína, droga de la cual Afganistán es hoy nuevamente el primer productor del mundo. Había dejado de serlo durante los años del dominio talibán, que consiguió eliminar casi por completo los sembrados de opio. Pero, con la intervención norteamericana destinada a capturar en su cueva a Bin Laden, los cultivos renacieron y el negocio floreció nuevamente, protegido por los señores de la guerra de la Alianza del Norte, aliada a su vez de los Estados Unidos. Y ahora, en un último coletazo de contorsionista, sirve para financiar también a los talibanes que en otro tiempo lo persiguieron.

Y que ahora, por añadidura, van ganando la guerra.
Alejandro Magno –otra vez él– tuvo que resolver un problema parecido: el de deshacer el llamado "nudo gordiano", que no tenía ningún cabo suelto por el cual empezar. Lo cortó con su espada.
A ver qué hace Obama.

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