Apuntes peripatéticos

El dedo

En junio de 1998 el periodista gallego Carlos Casares entrevistó, con grabadora delante, a Camilo José Cela. Se desarrollaban entonces los actos del centenario del nacimiento de Federico García Lorca, y el Nobel no pudo resistir un comentario sarcástico al respecto. "Ojalá dentro de cien años los homenajes a Lorca sean más sólidos, menos anecdóticos y sin el apoyo de los colectivos gays –declaró–. No estoy ni a favor ni en contra de los homosexuales, simplemente me limito a no tomar por el culo". El silencio del Partido Popular ante el lamentable exabrupto del autor de La colmena fue casi absoluto... con la única excepción de la portavoz de Cultura en el Congreso, Beatriz Rodríguez-Salmones. Cela, manifestó, "tiene una manera de hablar que todos conocemos. Son sus opiniones y no tengo nada que decir".

Y es que, cuando uno de ellos comete una indelicadeza en público, el apiñamiento de los peperos no falla jamás. Nunca hay "nada que decir". El obsceno gesto digital realizado por Aznar el otro día en la Universidad de Oviedo, acompañado de la sonrisa de autocomplacencia tan característica del personaje, es el último de una cadena de insultos y gestos soeces proferidos con impunidad por adalides del partido a lo largo de lustros. Con todo, uno se pregunta cómo es posible que un ex presidente de Gobierno, por muy de derechas que sea, se permita tales licencias, faltando a las más elementales reglas del saber estar, del respeto y de la dignidad. Ha dicho recientemente que va notando que hay en el país un deseo de que vuelva. Que de tal contingencia nos libre Dios.

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