Apuntes peripatéticos

Moriscos (y 3)

El episodio de Ricote llama la atención por la "modernidad" del discurso cervantino. El ex vecino de Sancho Panza llora por su "patria natural" perdida, así lo dice, como siglos después los republicanos españoles exiliados a raíz de la Guerra Civil. "Agora conozco y experimento lo que suele decirse –suspira–: que es dulce el amor de la patria". Y fijémonos bien en otra cosa. Ricote ha encontrado cobijo en una Alemania donde, según explica a Sancho, "cada uno vive como quiere, porque en la mayor parte della se vive con libertad de conciencia". No como en la España inquisitorial del rey Felipe III, es decir, donde los escritores críticos con el statu quo se la juegan en cada línea. Me parece que sólo una terca ceguera ideológica puede impedir que se aprecie la ironía del lenguaje que aquí se maneja.
En 2004 Zapatero nos invitó a algunos a exponer sugerencias para la celebración, en 2005, del cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote. Yo me referí entonces al episodio de Ricote y al extraordinario papel que a mi juicio podría desempeñar, como mediadora entre Oriente y Occidente, una España multicultural reconciliada con su pasado. Sigo en lo mismo. A los descendientes de los judíos expulsados les pidió disculpas don Juan Carlos en 1991. Ya es hora de que reciban un trato similar los de los moriscos.

En septiembre cae otro cuarto centenario, el de la Solución Final de 1609, que supuso el sufrimiento de cientos de miles de inocentes. El momento es inmejorable para recordar oficialmente aquella tragedia. Con la ventaja añadida de la llegada al poder de Barack Obama y la proximidad de la presidencia española de la
Unión Europea.

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