Balagán

Requesón

En los últimos días los israelíes han declarado una guerra sin cuartel al precio del requesón, un producto que aquí se consume en casi todos los hogares, especialmente en los desayunos. Han boicoteado el requesón que fabrican varias empresas de alimentación locales y los medios de comunicación les han apoyado. La prensa ha publicado la bochornosa diferencia de precios que hay entre el oneroso requesón israelí y el barato requesón europeo de similar calidad, una diferencia muy chocante, ya que podía llegar a costar casi el doble. Al final, han ganado la batalla y los precios han caído de golpe significativamente.

Después de este primer triunfo, han decidido declarar la guerra a otros productos descaradamento caros, como los pañales o las viviendas, y en eso están estos días. Pero, entrando ya en materia, la prohibición que nos ocupa es la que la Kneset ha aprobado esta semana contra el boicot de los asentamientos judíos en los territorios palestinos ocupados. En Israel se puede boicotear el requesón pero no se pueden boicotear los asentamientos judíos en Cisjordania, que para más inri son ilegales según la legislación internacional.

Quienes impulsen el boicot de los asentamientos serán juzgados y sancionados con multas. Las compañías y organizaciones que practiquen el boicot no podrán obtener trabajos o contratos del Estado, y las oenegés que lo hagan no podrán desgravar impuestos.

Las pocas organizaciones de izquierda que hay en el país han dicho que la ley es antidemocrática y que la llevarán ante el Tribunal Supremo. El resultado de la apelación parece incierto. La Kneset pronto votará otro proyecto de ley que restringe la capacidad de las oenegés de derechos humanos a obtener ayuda del extranjero, una iniciativa que sitúa a Israel en un selecto grupo de países donde también están Afganistán, Iraq y Sudán.

No es de estrañar que ayer, después de que la Kneser haya aprobado media docena de leyes reaccionarias en los últimos meses, el exlídeer de Meretz Yosi Sarid abriera su comentario en Haaretz de esta guisa: "A estas alturas está claro que nos enfrentamos a una fiebre nacionalista, que es una enfermedad mental".

P.S. Por cierto, antes todos los requesones israelíes tenían el mismo precio, y ahora que el precio ha caído, todos tienen también el mismo precio. Uno de los pilares sacrosantos del capitalismo es que la competencia hace que los precios bajen. Sin embargo, no tiene mucho sentido que los precios del requesón fueran tan altos e idénticos al principio y que ahora, mucho más bajos, sean también idénticos. No entidendo dónde está la competencia. Parece que algo no funciona.

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