Balagán

Egipto

El momento que atraviesa Egipto es crítico y a la vez apasionante. La plaza Tahrir vuelve a ser el epicentro de la revolución que el 11 de febrero destronó a Hosni Mubarak. Pero a lo que los egipcios realmente están asistiendo es a un pulso que va más allá del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, cuyo jefe, el mariscal de campo Husein Tantawi, asumió el poder tras la caída del rais.

Y va más allá porque a lo que asistimos es a los primeros escarceos de una lucha directa entre laicos e islamistas que se prolongará seguramente a lo largo de los próximos meses y años, un conflicto que es de difícil solución y que de hecho todavía no se ha resuelto democráticamente en ningún país árabe.

En Egipto los laicos constituyen una minoría mientras que los islamistas son mayoría. En las próximas elecciones ganarán los fundamentalistas y entonces la minoría laica tendrá que echar toda la carne en el asador.

El Ejército de Tantawi no ha tenido otra opción que alinearse con los laicos, pero justamente han sido esos mismos laícos los que han vuelto a llenar la plaza cairota con sus consigas contra el mariscal de campo. Porque las últimas protestas, las que comenzaron a finales de la semana pasada, las iniciaron los islamistas, pero ayer los líderes islamistas dieron marcha atrás y dijeron que no volverían a participar en más protestas. ¿Para qué mostrar su musculatura si el trabajo se lo están haciendo los laicos? Así que quienes se han quedado en Tahrir son los laicos. Y conviene no olvidar que los jóvenes laicos fueron quienes lanzaron la Revolución del 25 de enero.

Al final Tantawi tuvo que pronunciar un discurso televisado: prometió adelantar las elecciones presidenciales y completar la transición del poder a civiles antes de julio de 2012. Por lo que parece, a corto plazo el Ejército ya no será garante de la Constitución, ni estará al margen de la Constitución, como pretendía Tantawi, de manera que los islamistas, elegidos democráticamente, contarán con más poderes para llevar adelante un proceso de islamización.

Mientras todo sigue su curso, los laicos continúan ocupando la plaza Tahrir.

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