Esta tarde expira el ultimátum de 48 horas que el ejército dio el lunes al presidente Mohammed Mursi y la incertidumbre planea amenazante sobre un país que podría caer en el desorden general. Goethe dijo que el desorden es peor que la injusticia, y pronto veremos si en el caso de Egipto la situación se va de las manos y agrava el precario desequilibrio en que se mantiene el país desde la revolución contra Mubarak de hace dos años y medio.

En la situación actual, casi revolucionaria o prerrevolucionaria, es muy difícil hacer predicciones. Algunos medios hablan de golpe de estado para describir el ultimátum del ejército. Si bien los militares han dicho que no quieren hacerse con el poder, su actitud parece que es contraria al presidente democráticamente elegido y partidaria del régimen de democracia liberal que exige la oposición, o más exactamente una parte de la oposición.

El peligro más inmediato es que una posible caída de Mursi conlleve una radicalización de sectores islamistas. Los Hermanos Musulmanes de Alejandría advirtieron ayer que saldrán a la calle para defender la legalidad, y parece razonable pensar que no serán los únicos que lo hagan.

Hace solo unas semanas el líder de un grupo radical de la Yamaa Islamiya declaró a la prensa que la organización había depuesto las armas porque Egipto tiene un presidente islamista; ahora bien, ¿qué ocurrirá si el ejército depone a Mursi o lo coloca en la práctica en una posición ajena al poder? Si sucede algo así es muy posible que los islamistas combatan en las calles y que grupos y grupúsculos radicales desencaden una resistencia armada.

El grueso de la revolución contra Mubarak la llevaron adelante grupos liberales y de oposición no islamista, pero, a la vista de las elecciones que se han celebrado hasta ahora, estos grupos no constituyen la mayoría. El país está profundamente dividido y sería natural que una polarización conduzca a una mayor violencia. Hablar de una guerra civil es todavía prematuro, pero sí que es posible que en los próximos días se inicie un proceso de violéncia endémica.