Monstruos Perfectos

Retorno a Brideshead

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La noticia es que esta misma semana se estrena en Gran Bretaña una versión cinematográfica de la novela de Evelyn Waugh que la televisión inglesa adoptó en los 80 con Jeremy Irons y Anthony Andrews como Charles y Sebastian.

El notición –se supone– es que en la película, hay beso entre ambos. Que el guión para la gran pantalla ha ido más allá de esos recuerdos de la amistad inclasificable que la novela y la mítica serie televisiva mostraban, y ha querido adaptarse a la obviedad de los nuevos tiempos. Que el nuevo guionista de la historia no se anda con melindres y tiene bien claro que "Sebastian era gay, y Charles, a pesar de lo mucho que le quería, se orientaba hacia otra dirección sexual".

Como si todo estuviera tan claro siempre en la realidad como para arriesgarse a sabérselas todas en la adaptación de ficciones ajenas. Como si un beso significara algo, el amor fuera bastante o el sexo se resumiera en perspectivas con un solo punto de fuga.

"Charles y Sebastian se besan" podría ser un efectivo eslogan para atraer al cine a todos esos treintañeros y cuarentones que quedamos fascinados con la versión televisiva de la historia y también pensamos entonces que aquello no podía ser porque Charles no era gay. Una inteligente manera de darnos la razón, después de tantos años. Y reducir todo el misterio de una amistad extraña, una crisis espiritual y un deslumbramiento a un rollo gay comercial. Qué lástima.

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