Ciudadano autosuficiente

Yo, el lavavajillas

Yo, el lavavajillas

Pocos electrodomésticos han conseguido una difusión tan amplia a cambio de unas prestaciones tan pobres. ¿Deberíamos aferrarnos a nuestro lavavajillas, o considerarlo como un estorbo insostenible?

Soy el lavavajillas de la familia García-Rodríguez (nombre ficticio). Ocupo un lugar destacado en la cocina del piso donde habita esta unidad familiar, que está compuesta por padre, madre y un hijo. Soy una máquina importante que se utiliza casi todos los días. Día sí día también, el señor Rodríguez o la señora García se afanan a mi alrededor, colocando los tenedores en un cestillo, los platos en su compartimento correspondiente y los vasos en el suyo. Las cazuelas y sartenes son pre-tratadas en el fregadero antes de ser colocadas en mi interior.

Soy una máquina con algunas limitaciones: no puedo fregar activamente ni frotar los cacharros, me limito a soltarles chorrillos de agua caliente mezclada con detergente industrial. Una vez que todo está pre-lavado, enjuagado y bien colocado en sus compartimentos correspondientes, puede comenzar el espectáculo del lavavajillas en acción. Que suele ser bastante largo: los programas "eco" que se han hecho populares últimamente hacen que pueda tardar hasta cuatro horas en terminar el trabajo. La excusa para tanta demora es que ahorran agua y energía. ¿Cómo lo hacen?

Digamos que derrotan la suciedad de la vajilla por cansancio. Remojan un poco, paran y esperan a que el remojo ablande la porquería que pueda quedar en la vajilla. Tanto los programas eco como los "auto", que se suponen que optimizan automáticamente el programa a usar para consumir la menor cantidad posible de agua y energía, solo funcionan bien con vajilla (no cacharros, solo platos, vasos y cubiertos) ya bastante limpios, pre-tratados y remojados.

Una de las grandes ventajas que ofrezco a los hogares es que soy capaz de desinfectar la vajilla, a base de usar agua casi hirviendo. El problema es que eso consume mucha electricidad y que, además, no hay ninguna necesidad de esterilizar la vajilla, basta con tenerla razonablemente limpia.

Pero la desinfección no es la razón por la que tanta gente me tiene en su cocina. Es más importante el ahorro de tiempo. ¿Quién no querría tener un aparato que limpia los cacharros simplemente apretando un botón? Nadie no querría tenerlo, pero el lavavajillas actual no es ese aparato. Antes de apretar el botón, hay que dedicar bastante tiempo a preparar las piezas a lavar: no admito, por ejemplo, una bandeja recién sacada del horno con churretes resecos de salsa de lasaña. Luego hay que colocarlas cuidadosamente en sus huecos correspondientes. Cuando termina el programa de lavado, que puede ser muy largo, hay que sacarlo todo y colocarlo en su sitio. El ahorro de tiempo no se ve por ninguna parte.

Por si fuera poco, soy una máquina de limpieza que debe ser lavada con frecuencia, cosa que no sucede con mi prima la lavadora. Los restos de comida se terminan acumulando y entonces es necesario que me pasen por una especie de túnel de lavado interno, que necesita productos detergentes especiales. Estos lava-lavavajillas se unen a los productos que necesito para mi labor cotidiana, bastante especiales y por lo tanto caros, que incluyen hasta abrillantadores. No puedo funcionar con un pedazo de jabón corriente, soy una máquina sofisticada.

También gasto una considerable cantidad de energía eléctrica, tanto más cuanto más caliente el agua. Mi punto fuerte teórico está en el ahorro de agua, que parece que es considerable en comparación con la que se gasta en el lavado de cacharros en el fregadero. Por desgracia, ese ahorro potencial queda arruinado por la necesidad de pre-lavar y remojar muchos de los cacharros que se depositan en mi interior.

Por cierto, soy una máquina que cuesta un dinero. Entre 500 y 1.000 euros para un modelo corriente, con una vida útil inferior a diez años.

Podrían preguntarse las razones de mi éxito. Hay varias: mucha gente pensó erróneamente que un lava-vajillas sería un electrodoméstico tan imprescindible como la lava-dora, un aparato sin el cual la vida sería mucho más difícil. El lavavajillas parecía moderno y adecuado para una casa moderna y funcional, lo mismo que un televisor HD o un exprimidor eléctrico; lavar los cacharros a mano pronto se vio como un atraso. El lavavajillas es una verdadera máquina del Antropoceno: pesada, costosa, engorrosa y diseminada hasta el último rincón del planeta.

Jesús Alonso Millán

Imagen: fragmento de un anuncio del lavavajillas James. Life, 11 de mayo de 1953. Google Books.

 

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