Con negritas

Demasiadas preguntas sin respuesta en el Popular

La sospecha que desde el primer momento ha acompañado la supuesta venta de un notable porcentaje del Popular es ya difícilmente objetable. El último episodio de este culebrón tan mal argumentado lo protagonizó una vez más el actor principal, que para los peor pensados coincide con el autor inconfeso de la obra. TRINITARIO CASANOVA reconoció a finales de la semana pasada que ha perdido el control de un trozo de su participación en el banco, cuyo montante no llega ahora al 3%.
El debilitamiento de la posición accionarial del presidente del Grupo Hispania es consecuencia directa de la desvalorización del Popular en bolsa. Parte de sus títulos estaban pignorados para avalar los créditos que solicitó al comprarlos y, tras caer la cotización, el prestamista ha ejecutado la prenda. Casanova podría haber puesto sobre la mesa nuevas garantías, como hizo en enero, pero no lo ha hecho y de ahí que se haya quedado sin las que aportó en su día.
Esta decisión no se entiende demasiado bien porque, para entrar en el Popular, Casanova desembolsó 12,36 euros por acción y, en consecuencia, la pignoración se efectuó con tal precio como referencia. Si había alguien dispuesto a pagárselas
a 14,2, como había comunicado oficialmente a la

CNMV, ¿no le hubiera traído cuenta hacer lo posible por retenerlas? En enero soltó 99 millones para evitar que su acreedor las vendiera. ¿Por qué ahora no, pese a que dice contar un comprador?
Es cierto, si se hace caso de la versión de Casanova, que los interesados exigían captar al menos un 20% del capital para consumar la operación. Pero ¿qué pasa entonces? ¿No confía Casanova en que se pueda cumplirse esa condición? ¿No aseguró hace poco que, lo mismo que él, había otros socios significativos del banco negociando con los embozados inversores mexicanos que supuestamente pretenden dar un golpe de mano en el Popular?
Esos inversores, a día de hoy, siguen sin dar la cara. ¿Existen realmente? ¿Quién se encuentra detrás de la sociedad Blueprime, a través de la cual actúan, según Casanova? Y el despacho de abogados Hassans, radicado en Gibraltar y que representa a Blueprime, ¿para quién trabaja de verdad? ¿Están sus clientes al otro lado del Atlántico o acampan por aquí?

Los accionistas minoritarios del Popular tienen derecho a hacerse estas y otras muchas preguntas. Unas preguntas a las que deberían buscarles respuesta la CNMV y la dirección del banco, que para eso están. El regulador bursátil da la impresión de que no ha sido demasiado diligente en este caso. Y la cúpula del Popular, hasta donde se sabe, ha practicado el dontancredismo con la confianza de que el tiempo acabaría por desentrañar todos los misterios. Quizás sea así, pero hasta entonces están quedando en evidencia.

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