Con negritas

Los personalismos se imponen en CEOE

Nada será lo mismo en CEOE tras la reciente refriega en su presidente y su secretario general, que se saldó el miércoles con la dimisión de este último. GERARDO DÍAZ FERRÁN y JUAN JIMÉNEZ AGUILAR, con su empecinamiento, han puesto a la patronal en un brete del que le será difícil recuperarse. Ambos eran conscientes de que podían causar una quiebra en la organización a la que representan, pero antepusieron sus propios objetivos al mantenimiento de la unidad. Uno quería soltar lastre y embarcarse, libre de hipotecas, en la refundación de CEOE; el otro no estaba dispuesto a consentir la demolición de la obra en la que lleva un cuarto de siglo trabajando. Ninguno de los dos ha tenido la altura de miras suficientes para evitar que las cosas llegaran al punto al que han llegado.

Jiménez Aguilar ha querido interpretar el papel de vicario del anterior presidente y mentor suyo, JOSÉ MARÍA CUEVAS, con el mismo desparpajo que si CEOE fuera propiedad de los dos. Es evidente que no ha podido hacerlo, bien porque midió mal sus fuerzas, bien porque le prometieron apoyos finalmente no concedidos, o por ambas circunstancias a la vez. En cualquier caso, Jiménez Aguilar ya no pasará a la historia sólo como el eficaz funcionario que sin duda es, sino también como el hombre que al final de su carrera tensó la cuerda más de lo aconsejable por no apearse del machito.

Díaz Ferrán también ha salido muy tocado de este lance, en el que ha demostrado una preocupante falta de tacto, indispensable en alguien obligado a lidiar con las situaciones que le depara su cargo. Hoy más que nunca menudean las dudas sobre la capacidad del presidente para liderar CEOE, que vienen de antiguo y que tienen su origen en la naturaleza de alguno de los negocios de los que vive. Díaz Ferrán, junto con GONZALO PASCUAL, lleva las riendas del Grupo Marsans, al que pertenece de momento Aerolíneas Argentinas, una compañía cuyo futuro depende en buena medida de la mediación del Gobierno español antes el de CRISTINA KIRSCHNER, que quiere merendársela pagando cuatro perras a cambio.

¿Puede alguien con esa dependencia del poder político acaudillar con independencia de criterio a los empresarios, sobre todo en la compleja situación que atraviesa la economía? En CEOE cada vez son más los que piensan que no.

Un presidente condicionado

Los peor pensados arguyen esa circunstancia para explicar la tibieza con la que Díaz Ferrán se pronunció hasta hace unos meses sobre el comportamiento del Gobierno ante la crisis. Fueron necesarios muchos reproches privados y alguno público para que modulara su posición. Sin embargo, ese leve cambio no tuvo el efecto reparador de las aguas bautismales y, hoy por hoy, Díaz Ferrán sigue arrastrando el pesado estigma de su pecado original.

El papelón de Cuevas

Si él y Jiménez Aguilar no han salido bien parados de su sonado rifirrafe, Cuevas tampoco puede ponerse por ello ninguna medalla. Él fue, a fin de cuentas, quien posó su dedo sobre Díaz Ferrán cuando creyó llegada la hora de encontrar un sustituto. Tenía otras posibilidades, como el presidente de los empresarios andaluces, RAFAEL HERRERO, que también optaba a la sucesión. Pero eligió a quien eligió cometiendo, a juicio de quienes lo conocen, el mayor error de toda su carrera.

Un insoportable tufo a venganza

La inesperada presencia de Cuevas el miércoles en la reunión de la Comisión Ejecutiva, sin que mediara la preceptiva invitación del presidente, tuvo un aire entre esperpéntico y chulesco, y a la postre sólo sirvió para poner de manifiesto que carece ya de la influencia que tuvo durante años. Ni siquiera con él allí delante, 24 de los 36 miembros de la Comisión Ejecutiva se privaron del placer, quizás largamente acariciado, de darle una patada en el trasero de Jiménez Aguilar.

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