Con negritas

La repentina generosidad de los Del Pino

Muy poderosos deben de ser los argumentos que BRUNO FIGUERAS ha puesto sobre la mesa para haber conseguido que los DEL PINO arrimen el hombro a favor de Habitat, más allá de sus estrictas obligaciones como propietarios del 20% del capital social.

Ellos fueron quienes, hace apenas un año, justo antes de que estallara la crisis del ladrillo,  le encasquetaron la división inmobiliaria de Ferrovial, que fue valorada entonces en 2.200 millones de euros.

El montante de la operación desbordaba las posibilidades de Habitat y de sus dueños, que no tuvieron más remedio que pedir ayuda a algunos apellidos ilustres del mundo de los negocios y se endeudaron hasta las cejas. DOLORES ORTEGA, sobrina del fundador de Inditex,  LEOPOLDO RODÉS  (Media Plannig) y el abogado EMILIO CUATRECASAS, entre otros, fueron captados de la noche a la mañana para secundar la operación. Un variopinto grupo de entidades financieras, 38 en total, encabezadas por La Caixa, prestaron los 1.745 millones que hacían falta.

Todo se vino abajo pronto. Demasiado pronto. La progresiva contracción de la demanda de viviendas ralentizó la actividad de Habitat, que en el último trimestre de 2007 se vio en la obligación de poner en venta la red de agencias Don Piso. No consiguió desprenderse de ella y, como cada vez entraba menos dinero en caja, llegaron los problemas para hacer frente al servicio de la deuda.

A Figueras, que estaba en la sala de máquinas, no le pilló de improviso; tampoco a los Del Pino, buenos conocedores del negocio. Pero los accionistas minoritarios se enteraron por los periódicos de que su inversión podía irse al garete y a nadie, por rico que sea, le gusta perder dinero. Ni siquiera el plan presentado a los bancos para obtener un respiro los contentó: había empezado a anidar en su ánimo la sospecha de que todo era fruto de una burda maquinación. De que les habían tomado el pelo miserablemente, vamos.

Por supuesto, se negaron a poner ni un solo euro más, como exigían los acreedores para flexibilizar las condiciones de pago, lo que alejaba las posibilidades de Habitat de salir de su atolladero. Finalmente, han tenido que ser los Del Pino quienes se rasquen los bolsillos, por su condición de segundos accionistas de la empresa y porque atrincherarse probablemente les hubiera salido más caro.

Los 250 millones que todavía se les deben por la venta de Ferrovial Inmobiliaria, y que en caso de debacle quizás nunca cobrarían, van a convertirlos en un crédito participativo que reforzará los recursos propios de Habitat. Además, han aceptado quedarse con unos terrenos residenciales en Madrid y Barcelona por cien millones de euros.

Con ello se anima a los bancos a que faciliten las cosas (en los últimos días se consideraba inminente un acuerdo). Pero ni siquiera eso constituye una solución. Se trata sólo de un balón de oxígeno, y los Del Pino lo saben. De ahí que su repentino ataque de generosidad sea un enigma.

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