Con negritas

Sales para responder a otra debacle bursátil

De alguien que es capaz de escribir una tesis sobre las aplicaciones analíticas de la sal de Reinecke puede esperarse cualquier cosa. EDUARDO FERNÁNDEZ DE VALDERRAMA Y MURILLO se alzó con el grado de doctor en Farmacia por la Universidad Complutense en 1960 gracias a los 189 folios que le dedicó a ese producto, que responde el nombre científico de reinecato de amonio. Y ahora, cuarenta y siete años después, ha tenido el inusual gesto de escribirles a sus accionistas para poner en razón el derrumbe bursátil de Faes, grupo que él preside.

En un país donde los dirigentes de toda laya y condición propenden a meterse debajo de las piedras cuando vienen mal dadas (para sacar pecho siempre hay voluntarios, pero ya se sabe que el fracaso casi nunca tiene padres), resulta reconfortante que al menos uno de ellos salga a la palestra y ofrezca explicaciones de la penosa evolución del valor de su empresa.

Si de la extravagante forma de conducirse de Fernández de Valderrama tomaran buena nota quienes, por miedo o por simple desfachatez, tienen la fea costumbre no dar la cara en medio de la adversidad, seguramente nos iría mejor a todos. Aunque, por supuesto, el reconocimiento de la indudable nobleza de su iniciativa no obliga a aceptar sin más los argumentos que ha expuesto para justificar las tribulaciones de Faes.

¿Se imaginan a AMANCIO ORTEGA, a ESTHER KOPLOWITZ o a MARTÍNEZ PUJALS tomando papel y pluma para lamer las heridas de los inversores que colocaron confiadamente sus ahorros en Inditex, FCC o Jazztel y que, a día de hoy, si decidieran vender, habrían perdido un montón de dinero? ¿Les cabe a ustedes en la cabeza que MIGUEL BLESA baje del Olimpo y ponga en negro sobre blanco los verdaderos porqués de la irrupción de Caja Madrid en Iberia, descartada hace unos meses y que ha estrellado la acción contra el suelo? ¿O que los responsables de las inmobiliarias más castigadas por la crisis, en vez de hacer mutis por el foro, como ENRIQUE BAÑUELOS o LUIS PORTILLO, se levanten un día y digan: señores, nos equivocamos en esto o en lo otro, no fuimos previsores, y sentimos de corazón las molestias?

Yo, desde luego, no espero algo así de ninguno de ellos. Entre otras cosas porque sé que para eso es conveniente haber hecho antes una sesuda tesis doctoral sobre la sal de Reinecke.

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