Culturas

Dios sive natura

YO TAMPOCO ENTIENDO NADA// CAMILO JOSÉ CELA CONDE

El homenaje más significativo que habrá de ver la luz durante el año Darwin, cuando en abril de 2009 se cumpla siglo y medio de la aparición de su libro más influyente acerca de la teoría de la selección natural, ya se ha hecho público de antemano. EEUU va a dar vía libre a la venta y consumo de animales con modificaciones genéticas. Los mercados dispondrán de salmones gigantes, vacas inmunes a las cefalopatías producidas por los priones y cabras de un pelo tan fino y elástico como el de los filamentos de Spiderman.

Selección artificial
Darwin se inspiró, para dar con el mayor hallazgo que nunca se haya producido en las ciencias de la vida, en la selección artificial. Los ganaderos y los agricultores llevan siglos, si no milenios, eligiendo con esmero las razas y cepas adecuadas para producir y vender aquello que más se demanda. Pero había que aguardar a que las mutaciones azarosas quisieran contribuir a la mejora del producto, sin garantía alguna de que fuese a suceder tal cosa. Ahora se da un paso más forzando, mediante virus que introducen genes modificados en el organismo, los cambios. A los efectos de crear nuevos seres, nos hemos convertido en ese dios improbable que los creacionistas buscan debajo de las piedras.

Patentar la naturaleza
Cuando, allá por el año 1948, se intentaron patentar los primeros organismos modificados, la oficina estadounidense encargada de tales gestiones se negó a hacerlo. El caso llegó al Tribunal Supremo que, haciendo gala de una tendencia comprensible a dejar las cosas como estaban, sentenció que los productos de la naturaleza no son patentables. Lo fueron en 1980, cuando Anad Chakrabarty demostró que había cambiado tanto una bacteria como para que ya no pudiese ser considerada el resultado de la selección natural.

Lo que comemos
Al ciudadano se le darán una higa los detalles técnicos y las discusiones jurídicas. Lo que cuenta es si los productos transgénicos serán saludables y no ofenderán al paladar. Pueden estar tranquilos, dentro de un orden. El oficio de dioses trasladado a la tarea de enmendarle la plana a la evolución natural, tal como ha ocurrido, estará bajo grandes controles por ver que no nos haga daño. Y en cuanto al sabor de los transgénicos... ¿Qué quieren que les diga? Hace ya muchos años que, en el comedor de las universidades americanas –las cafeterías de por allá que mejor conozco– los platos no saben en realidad a nada.

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